La prostitución está en candelero. Nadie sabe exactamente por qué, de la noche a la mañana, la prostitución ha saltado a los medios de comunicación y hoy los periódicos, las revistas, los canales de televisión y las distintas radios la han convertido en un tema de primera magnitud. Y me alegro, porque parecía uno de esos temas invisibles que todo el mundo sabe que está pero del que nadie quiere hablar.
Eso no quita para que la hipocresía vuelva al ruedo ibérico, también en este asunto. Ahora resulta que parece que medios de comunicación y autoridades se han dado cuenta, por ejemplo, de que hay putas en Las Ramblas, ¡con lo bonitas que son! – a Las Ramblas me refiero--; vamos como si fuera nuevo. Y ha llegado el tiempo de escandalizarse, todos, vecinos, autoridades, gente que pasaba por allí, gente que no conoce Las Ramblas, todos escandalizados porque allí hay putas. Como si las prostitutas nunca hubieran estado, como si nunca hubieran existido y como si no hubiera clientes que demandan ese servicio.
Escuchaba en un programa de radio ayer, que hablaba sobre este tema, tan de moda, unos datos que deberían hacer reflexionar a una sociedad que tanto se escandaliza porque las putas existen.
El negocio de la prostitución mueve 18.000 millones al año o sea 50 millones de euros al día. Tiene un millón y medio de usuarios al día y el 6% de la población masculina es asiduo de este negocio. Total, mueve más dinero que la droga y tiene más clientes que el cine.
Sé que el tema es muy delicado, sé que las posiciones hay que matizarlas mucho, pero como siempre hago, me voy a mojar. No me gusta la prostitución. Pero no me gusta, no por el hecho en sí, puesto que si fuera un trabajo libre y escogido –como puede serlo en algunos casos—me parece tan digno como cualquier otro. No me gusta por lo que le rodea y conlleva.
Y fundamentalmente hay, a mi modo de ver, dos asuntos que hacen que sea una profesión con problemas. Uno es el que atañe a la salud. Las enfermedades de transmisión sexual siguen siendo graves en muchos casos y por lo tanto en el caso de las prostitutas, cuyas relaciones son múltiples, requieren de un cuidado especial, que no se da.
El otro asunto es el de la explotación a la que se ven sometidas muchas prostitutas, bien por mafias organizadas o bien por chulos explotadores. Esta cuestión es de una gravedad extrema y hay que abordarla ya, sin hipocresía y con contundencia. Son decisivos incentivantes de esta explotación, la ley de inmigración y la desigualdad de género, lo explica muy bien June.
Para mí la solución a esos dos problemas es la legalización, no se pueden resolver en una situación de alegalidad. Ojalá que desapareciera si así quisieran las trabajadoras, pero mientras tanto hay que regular esta cuestión por esos dos problemas.
Lo primero que habría que hacer es escuchar a las propias trabajadoras del sexo, a sus representantes, y hacer propuestas concretas para solucionar los problemas que les atañen. No vale, como se ha hecho hasta ahora, desde instancias políticas, hablar de derechos laborales o derechos humanos y al final no hacer nada, o simplemente echarlas de un sitio para que se vayan a otro. Actuar es lo que hace falta, no se pueden dejar las cosas como están, y hay que prever la posibilidad de una alternativa de empleo a quien quiera abandonar este trabajo.
Un ejemplo más de esa hipocresía es la publicidad del negocio de la prostitución que se hace en casi todos los periódicos (de los generalistas y de ámbito nacional creo que se salva sólo Público). Diarios que obtienen pingües beneficios de esta actividad mientras a la vez defienden desde sus editoriales posturas moralistas y algunos con relevancia religiosa.
Mientras no esté legalizado este negocio todo lo que sea fomentarlo y publicitarlo significa magnificar sus problemas. Y ahí tenemos a los dos grandes partidos, PP y PSOE, unidos en su pinza particular, votando en contra de la legalización y de la prohibición de la publicidad sobre la prostitución avalada por todos los demás grupos políticos del arco parlamentario.
En fin, un problema complejo –con muchas aristas, como dicen los modernos— que hay que solucionar. No se puede mirar más al tendido, hay que atajar la cuestión. ¿No existe un ministerio de Igualdad, otro de Trabajo y otro de Sanidad? Pues se ponen en contacto con las asociaciones de prostitutas y adelante. No hagamos lo de siempre, mirar a otro lado, que son muchos años invisibilizando la cuestión, salvo para denigrarla y sacar tajada de ella.
Salud y República