05 enero 2020

¡Ladran, luego cabalgamos!


Hay que ver cómo está el patio. El patio del Congreso. Jaurías gritando, insultando, acechando a su presa. Y no, su presa no son sólo Esquerra Republicana o Bildu. Justifican así, con desvergüenza, su postura abrupta e inflexible, pero la realidad es otra más compleja, a la ‘unidad irrenunciable de su España’ se suma su odio a un gobierno de coalición progresista que puede revertir el rumbo injusto y sectario que han impuesto desde 2011.

La derecha y la ultraderecha, hoy más ultramontanas que nunca, no saben qué hacer para poner más obstáculos a este probable gobierno que está a punto de germinar. Los tres grupos son iguales, tanto monta Abascal como Casado, y montada en un poni (camino de la extinción) Inés Arrimada.

Había que escucharles esta mañana (4 de enero), y ayer. A Sánchez le han llamado de todo. Mentiras, desvergüenzas, insultos, exabruptos, pataleos y griteríos han hecho del Congreso un circo donde más que payasos había animales salvajes y serpientes venenosas emponzoñando el hemiciclo. Tampoco se han ido de vacío, Mertxe Azpurua, Rufián o Iglesias. Desde traidores a golpistas pasando por felones, infames, asesinos o vendepatrias, entre otras menudencias.

Esto es todo lo que saben hacer. Han perdido cinco elecciones el año pasado y no lo pueden soportar, les supera que los ciudadanos no les voten ‘como ellos merecen’. Ven, por otro lado, que se abre un diálogo con los independentistas catalanes y se les abre las carne. Ya sabemos cuáles son sus soluciones, judicialización, represión y palo y tente tieso. Porque ellos son los únicos que pueden ganar y si no ocurre, aunque utilicen instituciones, medios de comunicación fascistoides, fuerzas vivas, grupos de presión, multinacionales o la misma Iglesia, el sistema falla. Si no ganan, los ciudadanos –algo irrelevante para ellos cuando pierden elecciones-- tienen la culpa.

Ellos son así, no hay nada que hacer. Por eso, porque la cosa no tiene remedio, porque con ellos es imposible el diálogo: hay que caminar. Partimos de una isla y hay que cruzar el charco, hasta llegar a la costa de la Igualdad, de la Solidaridad, de la Democracia, de la Plurinacionalidad. Ello conllevará críticas salvajes, insultos, utilización torticera de instituciones judiciales, manifestaciones en la calle, tretas espurias de todo tipo. Ese charco lleno de ponzoña, hará que nos tengamos que taparnos las narices y los oídos, pero hay que llegar al otro lado. Al lugar donde esperan jubilados, dependientes, trabajadores en precario y/o con sueldos mínimos, desahuciados, inmigrantes etc. Al lugar donde se puede remediar el conflicto político catalán. Y habrá que sortear obstáculos que encontraremos en esa ciénaga: grupos de presión, Iglesia, fuerzas vivas, CEOE, instituciones amaestradas, muchos medios de comunicación, etc. Pero hay que seguir.

Hay que demostrar que otra política es posible, que no nos van a intimidar, que el poder democrático debe de estar por encima de los otros poderes, que estamos con los que más lo necesitan. Ese es el camino, sin parar, apartando serpientes venenosas y jaurías de hienas.

Vamos a tener la ocasión de demostrarlo, que la cobardía no lo impida, que el coraje nos acompañe, que seamos capaces de encontrar fórmulas para implantar lo que queremos: un mundo mejor y un país donde encontremos acomodo todos. Un mundo donde la separación entre poderosos y débiles sea mucho menor, donde el recibo de la luz no oscile a capricho de las multinacionales energéticas, donde el alquiler de las viviendas no suba sin parar y expulse a la calle a la gente. Y dónde el conflicto catalán pueda ver la luz al final del túnel.

Y no, no tengamos miedo de subir los impuestos a los poderosos, ellos son los que menos pagan si lo comparamos con otros países de nuestro entorno. Las grandes empresas, las clases pudientes tiene que pagar más y recibir menos beneficios y subvenciones públicas. Por cierto, la Iglesia ha de devolver esas inmatriculaciones vergonzosas y pagar el IVA, que ya está bien de chupar del bote.

Se puede y se debe llegar a un acuerdo que satisfaga a toda la sociedad catalana. Hay que encontrar acomodo para todos, sin sobresaltos, con tranquilidad, utilizando lo que siempre debió emplearse: el diálogo.

Hay que conseguirlo. Si no, probablemente no habrá otra ocasión en mucho tiempo. Y si ladran que ladren, lo nuestro ha de ser cabalgar sin parar.

A ver si los Magos de Oriente nos ayudan

Salud y República (y feliz 2020 progresista)