La compañía Alitalia está pasando por un momento crítico. Un momento más, no ha sido el único, pero quizás sí el más grave. Por cuestión de tiempo. Cada día que pasa la situación empeora. Y parece que Sam nos sigue diciendo aquello de El tiempo pasará.
Esta entrada que podría parecer, por sus características, algo que se puede tratar de forma relativamente objetiva, para mí no es así. Esa casa, llamada todavía Alitalia, ha sido mi casa durante cuarenta y un años. Allí llegué con pantalón corto y allí terminé con un acuerdo de prejubilación hace poco más de cuatro años.
Sí, en esa casa hice de casi todo. Empecé de botones, como se hacía antes, a los catorce años y luego he pasado, prácticamente por todos los departamentos hasta que decidí dejarlo y voluntariamente encontré una salida pactada que me permitió empezar una nueva vida a una edad, digamos aceptable (aunque el Peko que sé que leerá esto, diría digna).
Allí he pasado ratos buenos y menos buenos. Ascensos, aspiraciones frustradas, amigos, satisfacciones y disgustos. Momentos inolvidables que algún día contaré en la bitácora del Abuelo. Como supongo que ocurre en todos los sitios donde se pasa la friolera de cuarenta y un años. La considero todavía algo mío, es mi historia y la de algunos de mis amigos, allí los conocí y hoy todavía disfruto de su inestimable compañía. Ha sido el medio de vida de mi familia y es todavía el medio de vida de compañeros y compañeras que siguen trabajando, y se levantan cada día esperando que ocurra cualquier cosa, con zozobra, dudas y sobre todo con impotencia, viendo como esta empresa, otrora ejemplar hoy se encuentra al borde del precipicio.
¿Cómo separar lo emocional y lo racional? Es difícil pero al menos lo voy a intentar. He sido además de trabajador de la empresa, sindicalista en ella durante más de veinte años, y en los últimos tres fui presidente del Comité Europeo de Empresa (elegido por los representantes de toda Europa), por lo tanto intentaré paliar mi subjetividad con el conocimiento que hasta hace cuatro años tengo de la empresa.
Alitalia fue una compañía que marchó bien hasta los años ochenta. Era modelo en muchas cosas, entre otras en salarios y en condiciones laborales. Luego empezaron las vacas flacas y todo cambió.
La desgracia de Alitalia ha sido y sigue siendo --y lo digo yo, que creo como nadie en los servicios públicos-- el gitaneo al que se ha visto sometida por los políticos italianos. Todo aquello de los cambios de gobierno, de las contradicciones, de los politiqueos que han ocurrido y ocurren en Italia han sido la perdición de la compañía. Cada cambio de gobierno y recuerdo que ha habido épocas en que en un año se ha cambiado seis veces, traía consigo crisis en la compañía. Cada partido y cada político ganador hacía de Alitalia su juguete. Cual si estuvieran jugando al palé, cambiaban presidentes, consejos de administración, direcciones, poniendo cada uno a sus amiguetes, sin importarles un carajo (perdonen el taco, pero cuando me acuerdo me cabreo) la empresa, salvo como parte de su poder, siempre con miras cortoplacistas, puesto que ya sabían de antemano que el cargo tenía pronta caducidad. Todo menos pensar en soluciones definitivas pues les traía sin cuidado lo que ocurriera después. Gestión pésima que ha dejado a Alitalia sin rumbo durante mucho tiempo. Aquellos polvos trajeron estos lodos.
Se viene hablando de una situación crítica desde hace por lo menos ocho o diez años, habiendo estado a punto de producirse cambios fundamentales en, varias ocasiones. Posible unión con KLM, luego con Air France en varias ocasiones, la última hace pocos meses. Sin embargo todas han sido abortadas por los mandamases italianos.
La última ha sido otra berlusconada, estando prácticamente hecho un acuerdo con Air France, poco antes de las últimas elecciones, en su afán nacionalista a ultranza como buen fascistoide, deshizo el acuerdo con el fin de que Alitalia no pasara a manos extranjeras, prometiendo una solución con empresas italianas.
Naturalmente, Il Cavaliere de lo que trataba era de favorecer a sus amigos empresarios italianos, sin importarle un pito lo que ocurriera con los empleados. De hecho la oferta de la empresa formada para comprar Alitalia (C.A.I. Compagnia Aerea Italiana) es mucho peor que la que hizo Air France en su momento y, sabiendo que cada día que pasa la situación está más tensa.
Los políticos no han sido los únicos que han destrozado la compañía. También parte del personal tiene culpa. Hablo del cuerpo de pilotos fundamentalmente, que son más corporativistas que los jueces españoles. Pues sí, los pilotos, que también han querido comprar la compañía, son incapaces de avenirse a un acuerdo en el que ellos tengan la mínima pérdida de sus privilegios, siempre consentidos, aunque en el mismo acuerdo los otros trabajadores estén dispuestos a hacer sacrificios. Ambos, políticos y pilotos tienen casi toda la responsabilidad de que esta compañía hoy esté camino de la bancarrota.
La última noticia es que parece que se ha podido llegar a un acuerdo entre los sindicatos de tierra y empresa, que ha de ser refrendado por todos los sindicatos. No conozco los pormenores pero estoy seguro de que los señoritos pilotos no van a firmar, porque no estarán dispuestos a hacer el mínimo sacrificio. La situación es grave, muy grave. Veinte mil empleados pueden perder su empleo, aunque a unos pocos les importe un pimiento, ya que su situación les permite vivir sin trabajar durante cierto tiempo y luego encontrar otro empleo cualificado.
En resumen, como siempre pueden pagar los débiles. Los políticos y los pilotos ocurra lo que ocurra seguirán como si no fuera con ellos.
Deseo lo mejor para los que fueron mis compañeros, algunos de ellos amigos, porque aunque estas castas privilegiadas no quieran enterarse, detrás de este drama hay 20.000 familias que esperan con ansiedad una salida justa que les permita poder seguir trabajando.
Salud y República