13 noviembre 2019

Poselectoral 1: “Adiós ciudadanos, adiós”


Se cumplió. Si hay algo bueno, que se puede sacar de estas elecciones es la caída de Ciudadanos. Un partido que se ha servido a sí mismo y que como tal ha empezado su propia disolución. Albert Rivera, ese político trepa, capaz de pasar de la ‘socialdemocracia’ al ‘liberalismo’, sin pestañear, para terminar siendo semilla de la extrema derecha, hoy, es historia.

Al final ha tenido unos momentos de lucidez --y con esos resultados catastróficos--, que ojalá le hubieran venido durante su ‘reinado’, y con dramatismo excesivo, pero con la elegancia que siempre le ha faltado, ha dimitido, a la fuerza, de todo. Eso sí, como despedida, nos ha soltado un monólogo que seguro que preparó junto a sus compañeros comediantes: Felisuco y Cantó.

El abandono de líderes de primera fila. Valls, Toni Roldán, Francisco de la Torre y otros que fundaron el partido era un signo de un desgaste gigantesco que presagiaba la crónica de una muerte anunciada.

Este partido ha servido para bailar la yenka, --ya saben: izquierda, izquierda, derecha, derecha-- hasta que se ha situado en el limbo después de abrazar postulados ultraderechistas, hecho que ha provocado que gran parte de sus electores le haya abandonado y haya abrazado el partido ultra. Su inquina a las Comunidades Autónomas, --como Euskadi y Catalunya-- junto a su amor a las mayores medidas represivas, como la aplicación del 155 y su absoluta incoherencia ideológica les ha dado llevado al minimalismo parlamentario y camino del cementerio.

¿Y después de ‘Riverita’ quién? ¿Quién sucederá al líder único? Se habla de Inés Arrimada. No olvidemos que Arrimadas no era sino un clon de Rivera, su gemela. Y, lo más importante, después de haber hecho lo más difícil, liderar el partido en el Parlament, se ha quedado en blanco. Se ha pasado toda la legislatura, hasta que se vino a Madrid, preguntando al espejito si era la más lista y pidiendo como única solución: el 155. Eso sí, con su incapacidad total, sólo ha conseguido aumentar la gresca, sin ser capaz ni tan siquiera, de crear una mesa donde discutir con sus oponentes. Y para culminar su transición al poder, acaba de dar otro ‘NO es NO’ a la próxima coalición de izquierdas.

Parece que hay otro posible candidato. Así al menos se ha manifestado Ignacio Aguado, ese vicepresidente de la CAM, cuyo gran mérito es defender iglesias ante los rojos, apoyar a Vox en mociones vergonzosas y defender a la presidenta de sus apaños en AvalMadrid. ¡Menudo elemento!

También hay quien habla de una dirección farandulera, compuesta por Felisuco y por Toni Cantó, que al menos se supone que podrían mantener la comedia ciudadanesca con cierta profesionalidad y con humor, aunque sea de baja estopa.

Han iniciado el camino a la desaparición, por el bien de esta democracia. Se ha demostrado su inutilidad como partido bisagra con simples ansias de poder. Era hora de que los ciudadanos les pongan en su sitio. Basta de trepas y de proferir falsas expectativas. Basta de paranoicos y de pupilos del Ibex-35.

Es verdad que no será una desaparición rápida, puesto que gracias al PP –partido que le ha ayudado a blanquear a Vox-- y a la extrema derecha, seguirá en las instituciones en las que gobiernan para defender sus opciones decimonónicas.

Otro de los problemas que van a empezar es el de las primeras espadas que, debido a estos resultados nefastos, se han quedado fuera del parlamento. Ya verán cómo más de uno se marcha, visto que no pueden sacar partido, ni esplendor a su futuro. De los que se han quedado fuera del parlamento, perdónenme por ser tan malévolo, me ha alegrado de manera primordial el caso de Girauta. Ese personajillo fascistoide que escribió un libro-panfleto donde acusaba a Azaña y a la República Española de ser la causante de la guerra civil.

En fin, perdonen por la bilis que he soltado, pero si hay algo que no se puede soportar en un partido político es la total incoherencia y el cambio de ideología constante. Basta de personajillos.

Salud y República

05 noviembre 2019

Tesis, antítesis y síntesis en Catalunya


Hoy, después de veinte días de la sentencia del ‘Procés’, seguimos como antaño, sin solución a la vista. Eso sí, con un veredicto injusto y exagerado que ha provocado un estallido social en Cataluña, pacífico en su mayoría pero con conatos violentos de primer nivel.

Y es que parece que todo el mundo –me refiero a los políticos responsables-- habla de Cataluña pero poco se hace por tratar de solucionar un conflicto que se va inquinando y parece no tener un fin razonable.

Recordemos para empezar que los independentistas, según sondeos, han pasado --durante el ‘reinado pepero’ de Rajoy--, en siete años, del 25% a casi el 50%. Lo cual se define por sí solo.

Hoy nos encontramos con políticos en la cárcel de tres a trece años condenados por sedición y desobediencia, lo que ha sido la culminación de una verdadera venganza. Porque si exagerado es el precio que tiene que pagar Oriol Junqueras, que alguien me diga si es justo que dos activistas como los Jordi, sin otro delito que manifestarse y subirse y destrozar un coche de la Guardia Civil, hayan sido castigados con nueve años de prisión.

Una vez que hemos llegado hasta aquí, por errores de unos y otros, lo que hay que buscar es una solución política (nunca debió de salir este conflicto de la política) y encontrar, mediante el diálogo una solución pactada entre los actores. Y dejarnos de más represión, que de nada ha servido y que sigue siendo el caldo de cultivo de Casado –quién mandaría a las fuerzas armadas si fuera preciso--, de Rivera –que se ha abrazado al 155 y pretende hacer de juez y parte, y detener a Torra-- y de Abascal –quién si le dejaran, fusilaría a los independentistas sin el menor reparo--.

Hemos llegado a una situación irreversible, pero de la que hay que salir lo mejor posible. Desde luego, nada favorece la violencia de algunos independentistas, ni la defensa que de ellos hacen algunos políticos como el mismo Torra. Como tampoco sirven las medidas deseadas por los líderes de la derecha española, que sólo piensan en la represión y a los que el diálogo les parece una rendición, algo que no tiene sentido, salvo que pretendan encarcelar a los millones de independentistas que existen.

Hay que sentarse a dialogar, lo antes posible. Dejémonos de tacticismos electorales. El PSOE, si forma gobierno. debe abrir una mesa entre las dos partes. Bien es verdad que la situación hoy no lo hace fácil. En primer lugar, porque el gobierno de España es provisional hasta no sabemos cuándo. Y, desde luego, porque Torra no parece un interlocutor válido cuando es discutido por muchos de su propia gente y no es capaz de pedir que pare la violencia.

Pero no se debe esperar más. Cada parte debe hacer su trabajo. Torra debe pedir el fin de la violencia y Sánchez dejarse de excusas. Se trata de un proceso largo que hay que empezar ya. Y que nadie juegue con este asunto, porque la derecha y también el PSOE, dicen no sentarse porque la petición de los independentistas es la independencia. Craso error. Todos los colectivos enfrentados se sientan a hablar, se empieza con posiciones de máximo para ir cediendo por ambas partes hasta conseguir un acuerdo, donde las dos posiciones de partida han quedado fuera de juego y se ha obtenido una solución intermedia.

Recordemos una de las grandes contribución de Hegel: Tesis, antítesis y síntesis. Se empieza en un afluente distinto para llegar al mismo río. Es difícil, seguro, pero es el único camino. Eso es lo que ha de ocurrir en Cataluña. Y démonos prisa porque este proceso está provocando la inquina y el odio entre catalanes, y también entre ciudadanos españoles, y eso puede ser una bomba de relojería.
Basta ya de tratar de sacar jugos electorales al conflicto y siéntense tirios y troyanos para arreglar la cuestión. No vaya a ser que pronto sea demasiado tarde.

Salud y República