02 junio 2021

La Luna de Ceuta

 Todos los días ocurren acontecimientos negros que nos alteran y nos sacan las bilis. Hoy podríamos hablar de la crisis de Marruecos o de los indultos a los presos políticos catalanes. Pero no, de eso está hablando todo el mundo. Hoy quiero hablar de esa Luna cuyo resplandor y fulgor todavía alumbra Ceuta.

Sí, ya sé que por Ceuta también vuelve la luna por las noches. Pero, como pueden imaginar, no me refiero a esa luna. La Luna de la que hablo se escribe con mayúsculas, y no sólo porque sea un nombre propio. También porque su grandeza y solidaridad sólo pueden escribirse en grande.

Y es que, ante una noticia tan triste como la que hemos podido ver en Ceuta, donde miles de jóvenes marroquíes han cruzado la frontera, azuzados por un monarca sátrapa que ha jugado con ellos cosificándoles, hemos podido observar escenas de solidaridad y de ayuda, que nos hacen pensar que este país tiene presente y futuro, a pesar de los vendepatrias que se envuelven en la bandera con el fin de aparentar un falso patriotismo.

Entre todos los actos de solidaridad y de ayuda que se han prestado, quiero referirme a uno concreto. A esa muchacha madrileña de veinte años que ayudó a un migrante, dándole lo que él más necesitaba: cariño y consuelo. Una escena que merece permanecer en el tiempo para recordarnos hasta dónde podemos llegar con gestos sencillos pero indispensables.



Ahí estaba esa Luna, joven, alegre y solidaria. No dudó ni un momento. Probablemente sin entender el idioma del inmigrante, sólo con mirarle fue capaz de comprender lo que necesitaba: un abrazo. Un simple abrazo. Una escena inolvidable y capaz de emocionar a cualquier persona normal.

Claro que no todas las personas son normales. Porque, aunque parezca mentira, ese acto de amor, de solidaridad, de ayuda inestimable, de necesidad absoluta, para algunos fue un acto fingido o simplemente con connotaciones sexuales. ¡Qué vergüenza! ¡Qué barbaridad! ¿Cómo es posible?

Pues lo es, ahí estaba la caverna bocafacha para criticar ese acto, desde el eurodiputado de Vox, Hermann Tersch –ese individuo ‘periodista’ bocachancla que no hace sino pagar por insultar y cuyo tótem político es Hitler-- hasta esa activista fundadora de Vox, llamada Cristina Seguí, que, seguramente por envidia hacía referencia a la turgencia de los senos de Luna. ¡Cuánta infamia!

Pero, en fin, justo es decir que esa minoría ha quedado arrasado por el impacto positivo que ese abrazo ha tenido entre la mayoría de la gente. Un abrazo en el que nos hemos fundido todos con los más débiles, con los que desean una vida digna y se encuentran en la más grave indignidad y pobreza.

Luna, querida, cuánto te agradecemos que tu actuación, para ti normal, nos haya recordado que en este mundo hay gente como tú. Capaz de ayudar, de forma altruista, sin muros, de la mejor forma posible a quien más lo necesitaba. Mientras, otros se entretienen en atacar a migrantes, a mujeres, a homosexuales, a catalanes o a cualquiera que no piense como ellos.

¡Qué ejemplo! Por mucha crítica que te hayan hecho, nadie podrá borrar esa imagen que todos mantenemos en la retina. Una imagen de solidaridad, de igualdad, de cariño. Esos otros, los que suelen hablar tanto de patria y dios, y luego reparten de forma constante y gratuita odio por doquier, esos, sólo pueden tenerte envidia, aunque su aversión, su rencor y su saña se interponga entre tú, Luna, y la verdad. Un ejemplo de eclipse ruin y lamentable.

Querida Luna, gracias mil, porque al ver esa escena he vuelto a creer en que gente como tú puede hacer grande este mundo. Nos has devuelto la esperanza. No sabes cuánto bien has hecho. Un beso.

Salud y República