Ya ha empezado el verano, no hay duda. Todo se para, menos el ocio. Menos mal. Fábricas que cierran en agosto (también las hay, por desgracia, que no volverán a abrir), ministerios donde desaparece hasta el bedel, ya saben único espécimen de la administración que trabaja –llevando cafés--, casas vacías y playas llenas. Y sobre todo, salvo hecatombe –y a veces también con ella— desaparecen los políticos.

Lo que quiere decir que excepto que la naturaleza o algún pirómano o algún pirao en la carretera no haga de las suyas, las noticias que se producen son de escasa acogida mediática, son noticias de andar por casa, poco importantes para muchos, pero para mí: las buenas.
Sí, que nadie se extrañe, no sólo comparto la idea de que unas vacaciones al gobierno siempre vienen bien a los ciudadanos, además es que estas noticias son extrañas, poco vistas y sobre todo no caducan. Aunque este año todo cambiará con las noticias olímpicas.
Si usted habla de una ley, o de un personaje, o del gobierno o la oposición –bueno, aquí tengo mis dudas--, a los dos días todo ha cambiado tanto que las noticias ya son historias y han caducado. La ley del tiempo es inexorable con éstas. No hay más que coger un periódico de hace un mes, y veremos que, salvo para utilizarlo como historia, todo lo que cuenta está obsoleto, superado por el tiempo.
Bueno, pues eso no ocurre en verano. Las noticias del verano se pueden usas siempre, son atemporales, usted las guarda en el frigorífico y las saca dentro de tres años, eso sí, en verano, y siguen siendo actuales.
A estas noticias les pasa como al buen arte, el tiempo no les ataca. Una buena novela, o una buena película, es la que resiste el paso del tiempo. Otras, las más, las vulgares, si se vuelven a leer o a ver, se da uno cuenta de que eran un timo, que eran bisutería. Es la tiranía del tiempo que todo lo arrasa, a pesar de esa fama que tiene de curarlo todo.
Sin embargo, las noticias veraniegas están vivas siempre, porque lo cotidiano, con los mismos o distintos autores, se repite constantemente. Y como quiera que pretendo que Agosto dé de sí, voy a recurrir a menudo, a las noticias llamadas intranscendentes.
Para empezar la serie, fíjense en ésta de hace un año, que publique en este blog:
En Italia, concretamente en Sicilia, una mujer cansada de que su hijo llegara tarde, noche tras noche, le ha castigado sin paga y le ha quitado las llaves de la casa. El pobre hombre que se encuentra en paro, ha visto como su madre le ha privado de los medios para poder divertirse y así olvidar su vida penosa. La mujer, lo primero que hizo, fue llamar a la policía para que intentaran convencer a la criatura. Pero el vástago cabezota dijo que su madre se portaba mal, le daba una escasa paga y que además no sabía cocinar. Fue entonces cuando la mamá decidió castigarle después de confesar: “Mi hijo no me respeta, no me dice dónde va por la noche, siempre vuelve tarde, nunca está satisfecho con la comida, se queja constantemente. ¡No se puede vivir así! Menos mal que al final todo terminó bien. Gracias a un agente de la policía local, madre e hijo hicieron las paces. Un final tierno y feliz, como tiene que ser.
¡Ah! con eso de guardar la intimidad de los protagonistas, se me había olvidado decir la edad. La madre tiene 81 años y el hijo 61.
Esta noticia, que publiqué en ésta bitácora hace un año, es el ejemplo claro de lo que nos muestran los periódicos en Agosto. ¿Alguien cree que esta noticia hubiera tenido cabida en El País fuera del verano?
Pues eso, ¡que viva Agosto!
Salud y República