Carta que podría haber enviado a su familia, el único inmigrante egipcio que
se salvó del naufragio.
Querida familia:
No puedo por menos que escribiros esta carta. Dicen que he sido muy afortunado y sin embargo… Mi pecado ha sido confiar demasiado en la suerte. Esa suerte que se nos ha negado desde que nací. Quise cambiar el destino y aquí me encuentro.
La vida en Egipto no era nada agradable. Ya sé que estabais vosotros. Pero, no nos engañemos. Prácticamente, pasábamos día sí y día también pensando qué poder comer. El trabajo no abundaba en nuestra aldea. Nuestra tierra apenas daba frutos. El viaje que hice a El Cairo para poder ganarme la vida y ayudaros fue un fracaso. No conseguí nada más que mendigar y comer peor que en casa, si cabe. Lo único que pude obtener fue una posibilidad de vivir mejor, era remota pero era la única. A mis dieciséis años no tenía otra salida.
Bastaba conseguir ochocientos dólares (una fortuna para mí) y me llevarían a Italia en Europa, el paraíso. Allí, aunque me cuentan que las cosas no son perfectas, se puede intentar salir de la miseria. Comer y enviaros algo todos los meses. Esa era mi intención. Y me puse en marcha. Trabajé en cualquier cosa, descargando bultos, haciendo recados, robé, terminé prostituyéndome –esto no os lo hubiera contado nunca, de nos ser por las circunstancias--, pero era lo que podía hacer para amasar esos dólares, una fortuna, lo único que nos podía salvar.
Fue duro pero lo conseguí, después de quince meses, todo era ahorrar, casi no comía para no gastar y las jornadas de quince horas, haciendo de todo, eran las más normales. Pude obtener el dinero y compre mi futura libertad: un asiento en una embarcación para cruzar al otro lado, al de una vida mejor.
La cosa no terminó ahí, ahora había que llegar a Libia, al otro lado de la frontera. Y no fue fácil, por la noche, escondidos y de uno en uno, pudimos pasar, el hombre que nos guiaba, se había puesto de acuerdo con los guardias de la frontera. A partir de ahí, dos días caminando hasta la playa donde estaba preparado el barco. Cuando lo vi, presentí lo peor, era una barcaza hecha de madera, frágil para un viaje tan largo, pero no había alternativa, Tenía que intentarlo, la suerte estaba echada. Nuestras protestas, cuando en vez de los ochenta que hubieran podido entrar, hicieron que montáramos ciento cincuenta, no sirvieron de nada. Es lo que había. O eso o nada. Todos entramos refunfuñando y pensando que era cuestión de pocos días. Después, cualquier cosa que viniera, era la gloria.
Salimos cuando empezaba a clarear el día. El mar estaba calmado y el peso de todos los que entramos en el barco hacía que el borde de éste no estuviera a más de quince centímetros del agua. Y se puso el motor en marcha. Despacio, serenamente empezó a amanecer y yo comencé a pensar en mi nueva vida. Trabajaría todo el día, estaba acostumbrado. Pero no sería como antes. Ahora podría comer dos vece al día y además mandaros algo de dinero a casa. A mi querida aldea. A vosotros, mi gente: Mis padres y mis cinco hermanos que lo necesitabais. Luego con el tiempo haría que fuerais viniendo a esta tierra prometida.
Lástima que el mar, ese terrible animal cuyo comportamiento nunca es previsible, empezó a bramar y a levantarse con furia. La barcaza parecía una cáscara de una nuez. Subía y bajaba con tal fuerza que empezamos a temer lo peor. Algunos empezaron a vomitar, y todos tratamos de achicar el agua que entraba. Hasta dos mujeres embarazadas y los niños que venían con nosotros, unos ocho o diez que no tendrían ni doce años, se pusieron a ayudar. Fue una batalla de horas. Y al final perdimos. No recuerdo mucho más.
A mí me recogieron medio muerto, me parece que soy el único que ha sobrevivido. Los demás se han ahogado. Y os escribo para pediros perdón por no haberlo conseguido. Os juro que lo intenté. Ahora me van a llevar a un sitio donde me tendrán hasta que me manden de nuevo a Egipto. Debí quedarme allí. ¿O no? Tenía que intentarlo. Lo siento, por todos, pero salió mal y ya no podré ayudaros.
Perdonadme por el fracaso. Os quiere más que nunca,
Ahmed
Mientras tanto hoy en Europa se va a aprobar la directiva de la vergüenza que permite expulsar a los inmigrantes a sus países de origen, con mayor facilidad, y tenerles encerrados hasta dieciocho meses esperando en “los otros Guantánamos”, antes de su expulsión. ¡Mierda!
Salud y República