El Tratado de Lisboa era una tesis reducida y amorfa de la fallida Constitución Europea. Ante la caída de la misma, había que inventar algo para desempantanarse. Ya saben, el desempantanador que lo desempantane… Y llegó este Tratado y ¡plaf!, un país, el único que lo ha querido llevar a referéndum popular –la pequeña Irlanda--, se lo carga: David vence a Goliat.
Ahora ya se ocuparán los mandamases de buscar otro subterfugio para tirar adelante, ya lo han anunciado. O sea, para seguir jugando a los mercachifles. Para seguir obviando la unión política.
Reconozco que fui europeísta. Fueron tiempos de ilusión. En los ochenta Europa era para nosotros un salvavidas y una ilusión. Luego en los noventa empezó a desprender un cierto tufo egoísta donde sobresalía el comercio y la economía, y se olvidaba la política.
Y no puedo por menos que recordar esa Constitución Europea que estaba hecha al servicio del mercado y que obviaba las cuestiones sociales, haciendo de Europa un lugar de mercaderes donde a los ciudadanos se les dividía en dos: productores y trabajadores. Los últimos como mera herramienta de los primeros.
Y qué decir de las dos últimas medidas, en la mente de todos. Esa directiva que va a permitir retener, en “Guantanamitos” a los inmigrantes hasta dieciocho meses antes de enviarles de vuelta a la miseria.
Queda la otra, la propuesta de las 65 horas. Ya ha sido aprobada por
Pues que quieren que les diga. Empecé siendo europeísta, ahora me han vuelto euroescéptico, pero de seguir así, seguro que terminaré eurofóbico. Y bien que lo siento, ingenuo de mí, un día creí en una Europa Federal Unida.
Salud y República
1 comentario:
Y digo yo: ¿Por qué formar parte de Europa sale tan caro, cuando debería ser justo al revés? Hay cosas, la verdad, que no hay quién las entienda...
(Así es normal que se oponga la gente...)
Un abrazo
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