Hoy se
cumplen 79 años. Vergonzoso episodio que un gobierno fascista y asesino
perpetró contra la parte más débil de la sociedad. Trece jóvenes fueron
asesinadas para saciar con su sangre la venganza de sus asesinos.
Un 5 de
agosto de 1939, trece jóvenes esperaban apiñadas en una fría celda, su último
momento. Su final. Un tribunal militar criminal las condenó a muerte, sólo con
un cargo: pertenecer a las Juventudes Socialistas Unificadas. Ese fue su único
delito. ¡Malditos!
Y las
nombraron. Trece nombres inocentes. Un falso juicio de una hora, sin probar
ningún delito, las llevó a la muerte. Sólo una única culpa: ser rojas. A las
cinco de la mañana fueron saliendo, algunas se despidieron por carta, otras no
tuvieron ni fuerza. Lloraban, sabían que eran inocentes, como lo sabían también
sus verdugos. Tuvieron el único homenaje que podían tener: Sus compañeras,
según salían, las aplaudieron e hicieron ruido, golpeando con los cubiertos las
rejas.
Trece rojas
cercenadas por venganza, sin motivo. Hoy todavía recuerdo con emoción a mi
madre cuando me contaba con intenso dolor el salvaje episodio. Acusada del
mismo delito –pertenecer a las JSU— compartió con ellas los últimos momentos.
Con lágrimas en los ojos me dijo, en muchas ocasiones: ¡Hijo, no olvides nunca
esta injusticia!
Consiguieron
asesinarlas, pero seguro que nunca pensaron que el eco de ese fusilamiento trascendiera
hasta llegar a ser ejemplo de la actitud genocida del franquismo y convertirse
en un activo inolvidable de la Memoria Histórica de este país.
Hoy, casi
ocho décadas después, siguen siendo el paradigma de un asesinato cruel. Ejemplo
de una tiranía genocida capaz de matar por matar. Hoy, nuestras queridas rosas
siguen esparciendo sus pétalos para revitalizar nuestra Memoria Histórica.
Allí, junto a una tapia del cementerio del Este sigue oliendo a rosas y nadie,
nadie, podrá hacer que olvidemos uno de los episodios más brutales y salvajes
de nuestra historia. Su sangre riega nuestro recuerdo. Sus pétalos son nuestro
motor. Su muerte es parte de nuestras vidas. Siempre con su recuerdo. El día
que no las recordemos, habremos perdido la dignidad.
Porque
trece rosas murieron por todo y por nada…
Verdad,
Justicia y Reparación.
Salud y
República
P.D. Carta de despedida que escribió desde la celda una de
las Trece, Julia Conesa, a su familia:
Madre,
hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie.
Salgo sin llorar. Cuidar a mi madre. Me matan inocente, pero muero como debe
morir una inocente.
Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermano y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada.
Adiós madre querida, adiós para siempre.
Tu hija que ya jamás te podrá besar y abrazar.
Julia Conesa.
Besos para todos, que tu ni mis compañeras lloréis.
Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermano y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada.
Adiós madre querida, adiós para siempre.
Tu hija que ya jamás te podrá besar y abrazar.
Julia Conesa.
Besos para todos, que tu ni mis compañeras lloréis.
Que mi nombre no se borre en la historia
1 comentario:
Dios, qué rápido pasa el tiempo y cuánto dura la injusticia! Me sumo a tu recuerdo con mucho respeto. Un abrazo
Publicar un comentario