Parecía que
cambiaría a la Iglesia. Un Papa progresista, decían muchos. Sólo escucharle
traía aíres nuevos. Francisco entró en el Vaticano y parecía que se comería el
mundo. Sin embargo, todo sigue igual. El mundo se lo ha comido a él.
Sí, o el
mundo de la curia ha podido con Francisco, o simplemente engañaba cuando
hablaba. En los últimos días la prueba ha sido clara y palpable. Después de
varios años de soltar frases bonitas, con vientos de cambio, se ha soltado la
melena y se ha quitado la careta.
Nada ha
cambiado, al menos nada importante. Salvo los mensajes esperanzadores que se
han quedado en nada. Porque cuando Francisco ha tenido que dejar clara sus
opiniones lo ha hecho. Para él, abortar no tiene que ver con el derecho de las
mujeres, es lo mismo que pagar a un sicario para resolver un problema. Es
necesario recordar la definición de sicario de la RAE: ‘Asesino asalariado’. La
verdad es que no sé si llama asesino al médico que lo practica o a la madre que
lo sufre, o a los dos.
Y no se ha
quedado ahí. Días después ha declarado que el cuerpo humano no es un
instrumento y que la lujuria no cabe en el amor. Y ha llamado inmaduro al
lujurioso o al infiel. Algo que ya decía el Cardenal Segura hace noventa años.
Eso sí,
sobre el problema de la pederastia en la Iglesia, a pesar de haberlo condenado
de forma contundente, ha mostrado una indulgencia clara con los acusados, a los
que, como mucho, les ha cambiado de parroquia, o les ha apartado temporalmente
de sus oficios, siempre dentro de la Iglesia, obstaculizando la labor de la
justicia civil. Está claro que la lujuria de los curas pedófilos es
comprensible y perdonable, mientras que la de los seglares es condenable.
Mientras
tanto, en este país más papista que el Papa, la Iglesia:
·
Sigue
acumulando miles de inmatriculaciones –algo así como el robo del siglo (eso sí,
legal gracias a Aznar).
·
Sus
mujeres –las monjas— siguen discriminadas y actúan como asistentas de los
párrocos y obispos, cosiendo casullas y fabricando pastelitos, sin que se haya
dado ni un solo paso en la igualdad de género.
·
En
aras de un acuerdo caduco y trasnochado que ningún gobierno se ha atrevido a
cambiar, sigue recibiendo subvenciones y dinero público a mansalva (según
Europa Laica: 11.000 millones de euros anuales).
·
Juega
un importantísimo papel en la educación pública, con su asignatura de Religión,
gestionada por la misma Iglesia, eso sí, pagada con dinero público.
·
No
paga impuestos: el IBI, por ejemplo. No sólo inmatricula activos inmobiliarios
de forma arbitraria, sino que además no paga impuestos por ellos.
·
Como
institución se adhiere siempre a las decisiones que benefician a los más
poderosos (salvo Cáritas, a la que aporta el 5% de su presupuesto, ni más ni
menos)
·
Se
queda impávida y se hace la tonta, sin mover un dedo, para evitar que un
dictador criminal y sanguinario, como Franco, se sepulte en la Catedral de la
Almudena.
Claramente,
la Iglesia Católica hoy se ha quedado anclada en tiempos de Maricastaña. Su
apoyo a regímenes dictatoriales le ha dejado con un ADN tocado, que le hace
actuar de forma injusta e inmutable, propia del pasado. Trata de influir en las
decisiones políticas, en su propio beneficio, aunque esto suponga una actitud
insolidaria y egoísta. Su máximo jerifalte no ha cambiado nada a pesar de sus
palabras, sus promesas y sus proyectos. El vacío y la caspa lo ocupan todo. Y
es que la Curia Vaticana es mucha curia, y Francisco habla demasiado.
Salud y
República
Les adjunto
unas viñetas del gran Manel Fontdevilla que hablan por sí solas:
2 comentarios:
Siempre hay que preguntarse por qué aquellos que tanto claman contra el aborto son tan condescendientes con la guerra.
La iglesia católica es una SECTA destructiva, una organización criminal integral, que debe ser disuelta, expropiada y encarcelada.
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