Parece
mentira, pero este partido ha gobernado España durante muchos años. Y yo me
pregunto cómo es posible. Bueno, a los resultados me atengo. Un verdadero
desastre de primarias, han sido incapaces de normalizar algo que en otros
partidos es totalmente normal, desde hace tiempo.
Para
empezar, dos problemas: el censo y las normas. Y no parece que sea un buen
comienzo. Han mentido a todos los españoles, se han pasado los últimos años,
con prepotencia, presumiendo de ser el partido más numeroso de España y hasta
de Europa. Lo que no suponían es que los tiempos les iban a descubrir su vil
engaño. Al hacer primarias han tenido que recurrir al censo y ahí ha quedado
plasmada esa falsedad. Resulta que de casi 900.000 militantes que decían,
quedaron inscritos para votar 66.700, y por las cuotas pagadas se sabe que el
PP no puede tener mas de 160.000 afiliados, lo que quiere decir: menos de la
quinta parte de lo que manifestaban. Otra mentira de tamaño colosal, propia de
este partido.
El otro
problema es las normas que han aprobado. Como quiera que no tienen experiencia
en primarias, les ha dado miedo dejar todo en manos de los militantes, y han
previsto unas “semiprimarias”, una doble vuelta, de tal forma que en el caso de
que saliera alguien que a los compromisarios no les satisficiera pudieran tumbarle,
en un Congreso específico. No se puede hablar en verdad de doble vuelta, sino
de una elección con filtro del aparato del partido.
Estas dos cuestiones
tienen poco que ver con unas verdaderas primarias. Y si a esto añadimos la
forma en que se ha hecho, más bien parece un mal ensayo. Así, nos hemos
encontrado con cajas de cartón no transparentes, con papeletas casi tan grandes
como un chal, donde además quedaba en blanco el espacio para el nombre --¿tan
difícil era hacer seis tipos de papeletas con el nombre incluido?--, sin
cabinas para proteger la intimidad del voto –al ser las papeletas como sábanas
y no tener un sitio privado, era muy fácil ver qué es lo que escribían los
votantes— y, por último, sin haber efectuado debate ideológico alguno entre los
contrincantes, de tal forma que no se sabe las diferencias entre ellos. A lo
sumo se podían hacer suposiciones de acuerdo a los apoyos que tenían.
En fin, la
falta de práctica y la poca fe en un sistema democrático ha hecho que estas
primarias hayan quedado marcadas como unas elecciones con garantías limitadas. Resulta
que se llenan la boca de propagar, a viento y marea, que quien gana las
elecciones debe ser quien manda, y ellos se dan unas normas que dejan la puerta
abierta para que unos pocos, los compromisarios, puedan dar la vuelta a los
resultados de la votación de los militantes.
Son lo que
son, pretenden ponerse al día, y deciden hacer primarias. Sin embargo, su ADN
les traiciona y como no creen en la democracia directa –salvo cuando ganan
ellos--, aunque sea de sus propios militantes, se aseguran la posibilidad de manejar
el cotarro desde los cargos.
No dan más
de sí. Sus movimientos hacia la transparencia, la apertura, la democracia apenas
se ven y siempre los hacen con salvavidas. Hoy, sabemos que ha ganado Soraya la
elección de los militantes, pero también conocemos que en unos días los
compromisarios pueden cambiar y proclamar como vencedor a Pablo Casado, a pesar
de ser el segundo más votado por los afiliados. Eso, sin hablar de que hay que
tener narices para que un 34% de los militantes voten a un individuo que puede
ser presidente de su partido y, a la vez, imputado por la Justicia, por su
dudoso currículo, en breve plazo. ¡Hay quién dé más!
Salud y
República
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