Pues sí.
Este muchacho joven, apuesto, maniquí perfecto de la derecha ultramontana, ha
decidido quitarse la máscara y, por si existía alguna duda, se le ha visto el
plumero.
Aznar le
quiere, le prefiere. Aguirre bebe sus vientos. Y podría seguir con aquello de
que habla de quitar votantes a Vox, o de hacerle la guerra en Cataluña a Rivera,
o de que se refiere a la Memoria Histórica, de forma cansina, como el monotema.
Por no continuar con que pretende luchar contra los movimientos que se han dado
en la calle por la igualdad de género o por las prestaciones de los
pensionistas. Y como colofón se plantea eliminar el acuerdo Schengen, actuando
de antieuropeo. ¡El colmo!
Este es
Pablo Casado. Un joven viejo. Un renovador reaccionario. Un rebelde a la
rebeldía. Y no es que quiera posicionarme al lado de Soraya, que pretende
seguir la línea Rajoy, llama populistas a los de Unidos Podemos --¿hay más
populismo que prometer lo que se sabe que no se piensa cumplir?— y que dice, en
un acto de estulticia intelectual claro, que en Cataluña se practica el apartheid.
¿Sabrá esta señora lo que significaba el apartheid en Sudáfrica?
En fin, es
lo que hay. Esta es la renovación. Heredero de Aznar y Aguirre o heredera de
Rajoy. Una regeneración propia de este partido, cada vez más inclinado a la
derecha y con sus mentiras al aire.
Lo de
Casado tiene mucho delito. Porque él podría ser un verdadero renovador y, sin
embargo, ahí le tienen, siguiendo a su amo Aznar y emulando a la condesa de las
charcas de la podredumbre y la purulencia. Y, con todo eso, tiene muchas posibilidades
de ganar. Lo que dice mucho de lo que pretende el Partido Popular: Reacción,
desigualdad, beneficio para los poderosos, olvidar y denostar la Memoria
Histórica y volver a un tiempo opaco y corrupto. Todo eso lo cumple a la
maravilla.
Recordemos
que del gabinete Aznar, todos los ministros, menos dos, estaban o están tocados
por la Justicia en casos de corrupción. Y qué decir de la charca de Aguirre,
donde ranas más que poderosas, de su confianza, saquearon la Comunidad de
Madrid, mientras ella, ¡pobrecilla!, no sabía nada.
Menuda
derecha. Hay que hacer todo lo posible porque se quede en la oposición. Hoy,
parece, que por primera vez, la suma de los partidos de izquierda, en los
sondeos, es mayor que la de los de la derecha, y parece que la brecha se puede
abrir más. La caída del PP, el frenazo de Ciudadanos, el alza del PSOE y el
mantenimiento de Podemos, además de la posibilidad de acercamiento mucho mayor
de la izquierda a los grupos nacionalistas, hacen que podamos ver, por primera
vez desde hace tiempo, un poco la luz del túnel.
Todo lo que
hagamos es poco. Ganar Casado en unas generales sería volver a Aznar --¡tierra:
trágame!— con esa chulería impresentable de creerse imprescindible cuando se
trata de un bulto intragable, capaz de meternos en una guerra, fabricar la
burbuja inmobiliaria y rodearse de colaboradores cercanos imputados por
corrupción.
Y qué decir
de la herencia de Aguirre. Mejor no recordarlo, que ya se encarga la Justicia
de hacerlo. Pues ella, nada, que tiene que salir a exhibirse con la excusa del
apoyo a Pablito, como ella le llama. Criado a sus pechos, es sin duda un
heredero digno de tal ejemplar, una astilla punzante del tronco Aguirre.
Llega a
tanto su afán de triunfo que es incapaz de pensar que puede ser imputado en
pocas fechas por su afamado, rápido y dudoso currículo académico, con lo que
ello supondría para su partido, si él presidiera el cotarro.
Qué le
vamos a hacer. Ellos son así. ‘Modernos’, ‘Igualitarios’, ‘Honestos’, ‘Humildes’,
‘Encantadores’ y sobre todo dispuestos a sacrificarse por esta España que tanto
quieren. Su patria ‘una y universal’, mientras que los demás, los que pensamos
en una España diversa, somos unos traidores de tomo y lomo. Ellos son, sin
duda, los únicos patriotas. Amén.
Salud y
Republica
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