Ahí queda. Es amigo de sus amigos y sobre todo un defensor a
ultranza de los poderosos. Su obra ha consistido en inclinarse ante los ricos y
despreciar a los débiles aumentando la desigualdad a limites difícilmente
superables.
Su gran aportación en el gobierno ha sido la amnistía
fiscal. Una medida que, como tantas otras, los peperos negaron rotundamente que
fueran a acometer cuando estaban en la oposición. Una demostración clara de
cómo se pagan impuestos en España.
La política impositiva es tan asimétrica que da asco. Así,
por ejemplo, si hablamos del IVA, un impuesto indirecto y por lo tanto injusto
por naturaleza, puesto que lo paga igual todo el mundo --sea quién sea, tenga
lo que tenga y gane lo que gane--, ya tenemos la primera grave desigualdad. Que
Amancio Ortega (por ejemplo) y un parado paguen el mismo impuesto cuando van a
comprar lo mismo, dice mucho de lo injusto del impuesto.
Peor es que, este gobierno mentiroso, haya defendido que en
el caso de los impuestos directos se practica una compensación, puesto que
–según dicen— paga más quien más gana o más tiene. Lo que no dicen es en qué
proporción y cómo se zafan de pagar los poseedores de las grandes fortunas.
Ya sabemos que las empresas del Ibex, pagan el 3,5% de
impuestos de media. También conocemos que el porcentaje del IRPF de quien gana
60.000 euros y 300.000 euros anuales, por ejemplo, es el mismo (otra
injusticia). Además ya estamos conociendo en detalle las triquiñuelas de los
más “agraciados” para pagar menos, algo a lo que no tienen acceso los
ciudadanos corriente y molientes (léase tretas legales y las otras, como las de
tener depositadas en paraísos fiscales sus fortunas).
Si a todo lo anterior sumamos que llega un ministro, muy
amigo de sus amigos, y decide perdonar a los que han cometido un fraude fiscal,
proclamando una amnistía fiscal, terminamos de rizar el rizo. Y Montoro abrió
la veda de los defraudadores y les castigó con una amnistía, haciéndoles pagar una
cantidad “inasumible”. Y, sin indagar la procedencia del dinero aflorado y lavado.
Esta amnistía era ya de por sí barata, puesto que
regularizaban el capital, pagando solamente el 10% de los fondos regularizados
(un asalariado medio paga entre el 20 y el 25% de su salario), pero es que
además se lo pusieron más fácil, y al final han pagado una media del 3% del
capital regularizado.
Total, se adhirieron a esta amnistía unos 30.000 millonarios,
que regularizaron cerca de 40.000 millones de euros, por los que el fisco ha
recuperado 1.200 millones de euros (habían previsto recuperar un mínimo de
2.500 millones). Un negocio perfecto para estos evasores que legalizaron su
situación y evitaron problemas fiscales y judiciales por una cantidad
irrisoria.
Entre estos grandes patriotas de boquilla, amiguetes de
Montoro, salvados por la campana de la amnistía, conocemos algunos nombres,
entre los que destacan, miembros de la familia real, empresarios de alto nivel
(Gerardo Díaz Ferrán, Arturo Fernández, David Marjaliza, Fernando Martín,
etc.), políticos del partido popular y de Convergencia (Rodrigo Rato, Bárcenas,
Granados, familia Pujol) y otros ilustres, que todavía no conocemos, por
tratarse de una lista que no es pública.
Como se puede apreciar, Montoro y sus muchachos han
practicado una justicia distributiva digna de una monarquía bananera, dando más
privilegios a los más poderosos, a costa de recortar sueldos, prestaciones y
servicios esenciales al resto de los ciudadanos.
Ha sido tan escandaloso que no verlo sólo puede denotar
ceguera, fanatismo o, como ocurre en el caso del Partido Popular, la convicción
de que los beneficiarios de la crisis tienen que ser los poderosos a costa de
los más vulnerables. Todo lo demás, demagogia, cara dura y mentira.
Salud y República
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