Revolución total. Las fuerzas de la reacción ‘real’ han disparado toda su artillería. Y a esperar que el ataque termine bien y la conquista sea completa. Porque en menos de veinticuatro horas han puesto en marcha la contrarrevolución.
El fiscal Horrach ha necesitado poco tiempo para recurrir la imputación que el juez Castro ha dictado contra la Infanta Cristina (probablemente pactada y preparada de antemano con los abogados de la Infanta). Todas las armas cargadas esperando que se encendiera la mecha o se apretara el gatillo. Y todo para salvar a la Infanta. Labor para la que se ha puesto en marcha todo el ejército de sumisos y palmeros de la Casa Real.
Porque no sólo es el fiscal Horrach quien quiere des-imputar a la Infanta. Ahí está el Partido Popular, el Fiscal general del Estado (por cierto nombrado por el gobierno del PP), el abogado general del Estado (también nombrado por el gobierno), Hacienda (dependiente del ministro Montoro), los abogados defensores de la Infanta (para algo han utilizado a uno de los padres de la Constitución) y los medios de comunicación afines al régimen (real, naturalmente). Y todos contra un juez común, un juez que no depende de nadie. Un juez independiente. Todo el aparato del Estado contra el juez Castro.
Hay que ver las barbaridades que ha declarado en su escrito el fiscal Horrach. Una vergüenza. Llega a insultar a Castro, llega a decir lo más grave de un juez, que está actuando así por ser la imputada quien es –cuando lo que ocurre es lo contrario, es él quien actúa así para defender a la imputada--, y dejándose guiar por los medios de comunicación. O sea que está actuando de mala fea a conciencia. Y, al igual que piensa el propio juez, digo yo: ¿Y por qué no le denuncia por prevaricación?
Nunca tanta artillería se había preparado para acabar con un juez, por el mero hecho de haber imputado a la hija del rey anterior, o la hermana del rey actual. Es increíble ver con qué desparpajo se pretende hundir a un juez honrado por el hecho de atreverse a hacer realidad aquello de que: “La justicia es igual para todos”, Y todo esto sin caérseles la cara de vergüenza. Porque es uno de los contados casos en los que el fiscal se convierte en el primer defensor de la imputada, por el hecho de ser quien es.
Es una persecución nunca vista con tal de salvar como sea a la Infanta. Y eso que está más claro que el agua, y lo acepta todo el mundo porque son pruebas, que la mitad de la empresa Aizoon era de ella y que pagaba a cargo de esa empresa gastos de la casita de Pedralbes, entre otros los sueldos de los criados, además de otras veleidades.
La única defensa posible es que forma parte a la Casa Real, aunque no creo que éste sea un atenuante aceptado en derecho (y bien que se han empeñado en que el camello entre por el ojo de la aguja).
En fin, Papa Rey dijo aquello de que “la justicia es igual para todos”, el Rey hijo que afirmo la imperiosa necesidad de la separación de los tres poderes. Palabras, sólo palabras.
Lo que está ocurriendo es vergonzoso, primero con el juez Castro, honrado, cabal y justo, y después con todos los ciudadanos españoles que contemplan con estupor todas las argucias que desde todas las instancias del Estado se están forjando para evitar la imputación de un miembro de la Casa Real y además pretendiendo tomarnos el pelo.
Desde luego, cada vez se entiende más ese imperativo pepero para aforar a Juan Carlos, porque no es lo mismo ser juzgado como ciudadano normal por un juez de base como Castro, que por el Tribunal Supremo, que es nombrado por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), órgano nombrado por los grandes partidos. ¿Se entiende la diferencia, o no?
Por cierto, yo creía que el CGPJ tenía como uno de sus cometidos defender a los jueces que se veían injustamente atacados. Pues ni eso. Castro es una excepción. Pero todos estos órganos interesados que atacan o no defienden a este juez han de saber que el Juez Castro no está solo y que tiene todo el apoyo de la gran mayoría de los ciudadanos, que se preguntan hasta dónde puede llegar la desvergüenza de estas instituciones.
Sólo les falta meter al ejército en el ajo y hacerles sustituir el lema de los cuarteles: ¡Todo por la patria!, por el que corresponde a los nuevos tiempos: ¡Todo por la Infanta! Se ve que ésta es la nueva forma de ser patriotas.
Salud y República
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