04 octubre 2007

Aung San Suu Kyi, la heroína birmana

Free Burma!



Como homenaje a este pueblo oprimido por la dictadura militar, hoy dedico mi entrada a Aung San Suu Kyi, quien lleva toda su vida dedicada a devolver a su pueblo la libertad, la dignidad y la democracia. ¡Ojalá lo consiga!



“Mi pueblo ha sufrido más que yo. No tengo derecho a quejarme”.

Con toda seguridad, la birmana Aung San Suu Kyi, después de Ghandi –a quién considera su maestro y cuya doctrina pacifista ha seguido--, es la figura más emblemática de Asia cuando se habla de lucha por la democracia y los derechos humanos.

Nació en Rangún en 1945. Hija del general Aung San, considerado héroe nacional, que firmó el tratado de independencia con el Gobierno británico en 1947 y fue asesinado poco después.

Estudió en la India y en Oxford para luego trabajar en la secretaría de la ONU. En 1988 regresó a Birmania con el fin de visitar a su madre que se encontraba gravemente enferma. Una vez allí, se encontró con un país efervescente con manifestaciones a favor de la democracia que la Junta Militar aplastaba con extrema violencia. Suu Kyi, que hubiera podido marcharse y volver con su marido y sus hijos, decidió quedarse y abanderar la suerte de la paz, la libertad y los derechos humanos.

Se unió a la oposición birmana y fue elegida líder del principal partido de la oposición: Liga Nacional para la Democracia (NLD). Desde ese momento se dedicó por entero a la causa de los derechos humanos y la vuelta de la democracia. Su actividad constante hizo de ella el mayor enemigo del régimen militar imperante. En 1989, primero se enfrentó a un pelotón militar, para exigir una reforma democrática, que ante la determinación de la líder opositora no se atrevió a disparar; después, una manifestación que ella abanderaba, de forma pacífica, exigiendo el respeto de los derechos humanos fue ametrallada por los militares, provocando centenares de muertos. Aung San fue detenida. En 1990, en las elecciones organizadas bajo supervisión militar, la NLD obtuvo, para sorpresa de los militares, más del sesenta por ciento de los votos que conformaban el ochenta por ciento de los diputados.

La Junta Militar no lo consintió y se desdijo de sus promesas, no cediendo los poderes a los civiles hasta que no estuviera aprobada una constitución, que intentaría, naturalmente, hacer a su medida. Amenazada con un proceso judicial militar si no aceptaba el exilio, Aung San condicionó su expulsión del país a la liberación de presos políticos, la transferencia del poder a un gobierno civil y la emisión de un discurso suyo, sin censura, por radio y televisión. Los militares no aceptaron pero tampoco la juzgaron, puesto que la presión internacional a su favor se incrementó considerablemente. En ese momento fue reconocida como prisionera de guerra por Amnistía Internacional.

En octubre de 1990 consiguió el premio Rafto de los Derechos Humanos. En Julio de 1991 el Parlamento Europeo le concedió el premio Sajarov de la Libertad de Conciencia. En 1991 obtuvo su galardón más importante: el Nóbel de la Paz por “su lucha no violenta en pro de la democracia y los derechos humanos”.

La Dama del sarong –típica vestimenta birmana— ha mantenido un constante pulso con la Junta Militar birmana, caracterizado por la tenacidad paciente, típicamente budista, como contraste con la razón de la fuerza mantenida por sus oponentes militares, quienes justificaban y justifican su poder por la presunta falta de preparación que el pueblo birmano tiene para la democracia.

Han sido constantes las invitaciones a exiliarse que el Gobierno militar ha hecho a Suu Kyi, siempre jugando con el acoso psicológico, de los que hay dos claros ejemplos. En 1999, pretendió un visado de salida y entrada para ir a ver a su marido, gravemente enfermo de cáncer, sin embargo el gobierno se lo negó, advirtiéndola de que si salía de Birmania no podría volver. Un poco más tarde, a su hijo menor, Kim Htein Lin que quiso ver a su madre, sólo se le permitió reunirse con ella, durante unas horas, en el aeropuerto de Rangún.

Hoy sigue retenida en su casa. Prisionera. Parece que se ha podido entrevistar con el enviado de la ONU. Es la gran esperanza del cambio. El precio ya se está pagando, la sangre ya ha corrido por las calles, la revolución budista está en plena efervescencia. Más que nunca la presión internacional ha de ayudar a este pueblo y con su líder Suu Kyi, Birmania ha de conseguir esa libertad y democracia que el pueblo desea.

Salud y República

2 comentarios:

Súmmum dijo...

Es una lástima lo que está ocurriendo allí.

Corpi dijo...

En este injusto mundo hacen falta muchas personas como San Suu y menos militares. Personas como ella, con esfuerzo y sacrificio han conseguido cosas verdaderamente increibles para sus respectivos pueblos y que han redundado en bien para toda la humanidad. Desde aquí animo a San Suu y al todo el pueblo birmano para que consigan la libertad que se merece todo pueblo.
Pd. Qué botito se le ha quedado el blog.