09 septiembre 2018

Sangre por un plato de lentejas


Manda el capital. El dinero está a la cabeza. Hoy la ética de un Estado está por los suelos. Todo se monetiza. El capitalismo ha triunfado. Todo vale lo que cuesta. Lo demás poco importa. La ética del Estado ha quedado sepultada por la sangre del capitalismo.

La teoría del rey Midas ha triunfado. Aunque sea a costa de sangre ajena, hay que convertir todo en oro. Nos pueden poner todas las excusas del mundo. Sin embargo, tener que supeditar puestos de trabajo a matar es, se pongan como se pongan, inmoral, impropio de una democracia y ajeno a los derechos humanos.

Ahí tienen a este gobierno socialista amagando, para supeditar su venta de armas a Arabia Saudí –esas que matan a niños, y civiles en general, en la guerra-- contra Yemen. Qué sí, que no. Que matan sí, pero dan de comer. ¡Qué barbaridad!

Sánchez ha vuelto a desdecirse. ¡Bombas no, bombas sí! Todo es negocio. Y negociar con la muerte es…

Los que prefieren la sangre ajena al cortoplacismo del empleo están despreciando el derecho humano más importante, el derecho a la vida. Un trabajo no puede ser moneda de cambio con la vida de inocentes. De acuerdo a esa justificación, deberíamos permitir el tráfico de drogas que, desgraciadamente, también crea puestos de trabajos, aunque sean deleznables.

No todo vale. Si de verdad se cree en la democracia es imposible entender que nos puedan comprar por un plato de lentejas, a cambio de instrumentos que permiten matar impunemente.

Lo triste es ver que gente de izquierdas, o que dice ser de izquierdas --como el gobierno del PSOE o la presidenta Susana Díaz--, pretenda defender los compromisos bélicos con Navantia y la venta de bombas –algo que no era sorprendente con el PP, ya sabemos como les gusta ayudar a los poderosos, aunque eso implique alimentar una guerra, recordemos a Aznar— a pesar de que saben que tanto las bombas como las corbetas serán usadas para la guerra contra Yemen.

Y mucho más triste es lo de Kichi, que perteneciendo a un partido de izquierdas –por cierto, de la rama más radical--, no quiere saber nada del uso de esas corbetas. Y todo por un puñado de votos. La solución pasa por conseguir otros contratos limpios o nuevas inversiones para industrias ajenas a la guerra.

Por cierto, la palabra de Arabia Saudí vale cero. Basta ver cómo tratan a los disidentes o cómo tiene esclavizadas a sus mujeres. Por lo que no vale que digan que no van a utilizar esas armas en la guerra, porque ¿para qué se compran unas bombas o unas corbetas que transportan militares?

Estamos aceptando un plato de lentejas –2000 puestos de trabajo— a cambio de víctimas inocente. Esta es la verdad. Todo lo demás excusas. Que no nos engañen. Que al menos no sean hipócritas. ¿Alguien puede dormir sabiendo que lo que está haciendo provoca genocidios? Salvar empleos nunca puede pagarse con vidas ajenas. No nos vendamos por un plato de lentejas.

Salud y República

1 comentario:

Emilio Manuel dijo...

El problema no son las armas que se les vende o deja de vender, la cuestión es que tienen al mundo agarrado de los cataplines, la cosas de tener petroleo a espuertas.