Manda el
capital. El dinero está a la cabeza. Hoy la ética de un Estado está por los
suelos. Todo se monetiza. El capitalismo ha triunfado. Todo vale lo que cuesta.
Lo demás poco importa. La ética del Estado ha quedado sepultada por la sangre
del capitalismo.
La teoría
del rey Midas ha triunfado. Aunque sea a costa de sangre ajena, hay que
convertir todo en oro. Nos pueden poner todas las excusas del mundo. Sin
embargo, tener que supeditar puestos de trabajo a matar es, se pongan como se
pongan, inmoral, impropio de una democracia y ajeno a los derechos humanos.
Ahí tienen
a este gobierno socialista amagando, para supeditar su venta de armas a Arabia
Saudí –esas que matan a niños, y civiles en general, en la guerra-- contra
Yemen. Qué sí, que no. Que matan sí, pero dan de comer. ¡Qué barbaridad!
Sánchez ha
vuelto a desdecirse. ¡Bombas no, bombas sí! Todo es negocio. Y negociar con la
muerte es…
Los que
prefieren la sangre ajena al cortoplacismo del empleo están despreciando el
derecho humano más importante, el derecho a la vida. Un trabajo no puede ser
moneda de cambio con la vida de inocentes. De acuerdo a esa justificación,
deberíamos permitir el tráfico de drogas que, desgraciadamente, también crea
puestos de trabajos, aunque sean deleznables.
No todo
vale. Si de verdad se cree en la democracia es imposible entender que nos
puedan comprar por un plato de lentejas, a cambio de instrumentos que permiten
matar impunemente.
Lo triste
es ver que gente de izquierdas, o que dice ser de izquierdas --como el gobierno
del PSOE o la presidenta Susana Díaz--, pretenda defender los compromisos bélicos
con Navantia y la venta de bombas –algo que no era sorprendente con el PP, ya
sabemos como les gusta ayudar a los poderosos, aunque eso implique alimentar
una guerra, recordemos a Aznar— a pesar de que saben que tanto las bombas como
las corbetas serán usadas para la guerra contra Yemen.
Y mucho más
triste es lo de Kichi, que perteneciendo a un partido de izquierdas –por
cierto, de la rama más radical--, no quiere saber nada del uso de esas
corbetas. Y todo por un puñado de votos. La solución pasa por conseguir otros
contratos limpios o nuevas inversiones para industrias ajenas a la guerra.
Por cierto,
la palabra de Arabia Saudí vale cero. Basta ver cómo tratan a los disidentes o
cómo tiene esclavizadas a sus mujeres. Por lo que no vale que digan que no van
a utilizar esas armas en la guerra, porque ¿para qué se compran unas bombas o
unas corbetas que transportan militares?
Estamos
aceptando un plato de lentejas –2000 puestos de trabajo— a cambio de víctimas
inocente. Esta es la verdad. Todo lo demás excusas. Que no nos engañen. Que al
menos no sean hipócritas. ¿Alguien puede dormir sabiendo que lo que está
haciendo provoca genocidios? Salvar empleos nunca puede pagarse con vidas ajenas.
No nos vendamos por un plato de lentejas.
Salud y
República
1 comentario:
El problema no son las armas que se les vende o deja de vender, la cuestión es que tienen al mundo agarrado de los cataplines, la cosas de tener petroleo a espuertas.
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