Unas horitas ha estado
Cristina de Borbón sentada en el banquillo de los imputados. Y afortunadamente
ya no la veremos más el pelo en este macrojuicio.
Y es que los españoles no
tenemos corazón. Poner en duda lo más granado de nuestro país –miembros de la
institución de sangre azul con la que nos ha premiado el Señor— debería ser un
delito.
¿Cómo puede haber alguien
que piense que se puede juzgar a algún miembro de la Casa Real? Gente sin
sentimientos, españoles sin corazón, mamarrachos que no creen en lo más grande,
nuestra institución más excelente, la única que ha sobrevivido a la Democracia:
la Monarquía.
Menos mal que ahí está la
gente de bien para ayudar a pasar este mal trago. Hombres y mujeres que
representan a las instituciones cuyo objetivo es defender lo público y nos han
demostrado que lo más público que hay es una mujer que, por mor de un marido
desviadillo, está pasando unos momentos difíciles. Todo sin haber hecho nada.
Todo por amor.
Nunca se vio tanta unanimidad
en querer salvar a alguien como ha ocurrido con nuestra queridísima Infanta. La
Agencia Tributaria, el Fiscal Anticorrupción, la Abogada del Estado, con el
apoyo, por supuesto, de nuestro queridísimo gobierno –siempre acostumbrado a
ayudar judicialmente a los necesitados--, todos se han puesto de acuerdo para
salvar a la Infanta, como debe ser, con un par.
Nunca se vio tamaña ayuda.
La infanta ha batido un récord, ser la imputada con más defensores de la
historia. A sus dos abogados hay que añadir, el fiscal anticorrupción, la
abogada del Estado, los representantes de la Agencia Tributaria y (aunque no
estuvieran físicamente presentes: Rajoy, su gobierno y su alter-ego periodista
Marhuenda, la voz de su amo).
Al fin y al cabo ser
propietaria de un 50% de una sociedad dedicada a cobrar por nada, o firmar
–siempre por amor— papeles de importancia limitada, o no declarar a Hacienda
decenas de miles de euros son cosas que le pueden pasar a cualquiera, y además,
en el caso de la Infanta es diferente, para eso es la Infanta.
Ahora quieren venir con que
la pobre Infanta sabía lo que firmaba, que tiene conocimientos de Economía. Y
todo por sus estudios y porque trabajaba en la Caixa, y ¿quién dice que no le
han regalado el título universitario por su alta estofa? ¿acaso no saben que su
labor en la Caixa era controlar que todos supieran tararear el himno nacional y
dar caché a esta empresa? Su imagen real no requería de su trabajo, sólo de su
presencia, de vez en cuando.
Es lo que tiene el amor, que
todo lo tapa. Dicen que es ciego y es verdad. Cristina nunca supuso que
aquellas minucias que emprendió con su duque empalmado, que aquellos negocietes
que la hicieron poseedora de un palacete en Pedralbes pudieran llevarla de un
banco (la Caixa) a un banquillo de acusados.
Son muchos los que se
atreven en dudar de la honestidad de la Infanta. Ella que se ha criado a
nuestros pechos (al menos bajo nuestra tutela pecuniaria), que ha sido educada
para ser decente, formal y cabal, en colegios de pago y en el extranjero, tuvo
la mala suerte de encontrarse con un amor truhán, que le hizo equivocarse, que
la engañó. Inocente y enamorada cayó en brazos de un deportista bribón y
desalmado, que utilizó su nombre para objetivos espurios. Al fin y al cabo,
ella, ignorante y engañada, pasaba –enamorada, eso sí— por allí.
Esperemos que este trance
penoso e injusto para nuestra querida Infanta pase lo antes posible. Que para
eso está la doctrina Botín, o lo que haga falta. El objetivo es muy claro:
Salvar a la Infanta. Todo lo demás, qué más da.
…Y cuando la Infanta salió de la Sala, dicen que la
oyeron susurrar:
“A mí plin, y que viva Botín”. Y se
alejó para siempre…
Salud y República (con
perdón)
2 comentarios:
Que cosas, es que una Infanta es otra cosa, está por encima -¿O debajo?- de todo...
Sin embargo, estos son otros tiempos, estoy seguro de que la declaren como la declaren, lo que es factura... la paga, su padre ya la ha pagado, al menos eso quiero creer...
Salud
Injusto e injustificable!
=(
Un abrazo
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