Menos mal que no puede, pero seguro que le hubiera gustado emular a Torquemada de buen grado y de forma contundente. Y es que es un obispo de la vieja España, de los tiempos autoritarios, de dictadores en palio, de los que levantaban el brazo con la palma abierta.
Cañizares fue la mano derecha de Rouco cuando éste era el cardenal primado y capo de los obispos españoles (con eso ya es bastante, no sé si seguir, se puede entender todas las desvergüenzas que diga o practique). Junto a él representó, hasta hace pocos años, lo más rancio y casposo de la Iglesia Católica en nuestro país.
Ambos (Rouco y Cañizares), estoy seguro de que hubieran dado cualquier cosa por haber sido obispos en tiempos de Franco, y así haberle podido sujetar el palio y darle de comulgar a ese hombre “tan generoso y católico”, mientras, por otro lado, podrían confesar y dar la bendición a las víctimas del régimen, antes de que el garrote les atravesara el cogote.
De no poder ser como Torquemada, le hubiera gustado ser como los obispos nacionalcatólicos, el tal Plá Deniel o el cual Isidro Gomá, diligentes gestores de una Iglesia poderosa, cruel, clasista y franquista.
Pero él no ceja en el empeño. Sus prédicas siguen siendo tan trasnochadas como crueles, parecen sacadas de un pozo sin fondo, de un mundo insensible e insolidario.
Las declaraciones últimas –no voy a extenderme con sus sermones anteriores— son de una indignidad que no parecen venir de alguien a quien se le debería suponer que “el amor al prójimo” debería ser su principal principio.
Entre otras maravillas, el “buen” obispo ha dicho que los refugiados no son trigo limpio, que sólo unos pocos son gente perseguida, que son un caballo de Troya que podría destruir Europa. Como pueden ver un ejemplo de sensibilidad, de esa caridad cristiana que tanto solicitan a los demás. Una proclama contra la doctrina de su jefe Francisco. Recordemos que el Papa dijo que la Iglesia debería empezar por aceptar un refugiado en cada parroquia, en cada institución de su Iglesia.
Pero no se ha quedado ahí la cosa, con este hombre siempre hay más. También ha dicho que no ve más pobres que antes, a pesar de que los informes de Cáritas –que debería ser su ONG de referencia— no cesan de lanzar la alarma de que cada día hay más pobres. Y sigue añadiendo que no ve que haya más pobres viviendo debajo de los puentes (negando el tema de los desahucios).
Claro que Cañizares habla de salón. Y es que para ver si hay más pobres o si hay más desahucios hay que salir del Obispado y mirar. Y mirar a los pobres no es bonito y Cañizares no quiere ver cosas feas. Desde luego, él está seguro en el obispado, sin temor a ningún desahucio y comiendo bien y caliente lo que le venga en gana.
Por cierto, visto el revuelo que ha montado con sus manifestaciones, ha pedido disculpas, eso sí, echando la culpa al mensajero, pues según él son los medios de comunicación los que han exagerado la cuestión, cuando lo que se le critica no es un artículo, ni un editorial, ni una entrevista, han sido sus palabras, las que pronunció en una intervención suya en la Fundación Europa. Sus propias palabras.
Un obispo politiquero que no ceja en proclamar sus bondades ideológicas aunque ello vaya en detrimento de los objetivos de su ministerio. Pero es así. Los refugiados y los pobres que se pudran, el aborto un crimen, la pederastia un pecadillo sin importancia.
En fin, una alhaja, eso sí muy preocupado por su imagen, lo propio de un obispo. No hay más que verle con ese atuendo tan humilde, Una vestido de cola digno de la mejor novia aristócrata.
Salud y República
2 comentarios:
No solamente a Cañizares le hubiese gustado ser Torquemada; si no a muchos más...
Tenemos cientos de "Torquemadas" en la Iglesia española. No nos sorprendamos.
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