En busca del personaje (13). La cultura como terapia

De nuevo ha llegado el domingo del juego de los personajes. Los personajes de la edición anterior, hace dos domingos, fueron: Albert Einstein, Fritz Lang, Robert Schumann, Günter Grass y Adolf Hitler. Y los acertantes fueron D. Fritus y Monsieur Adanero.

Y ahora vamos con el texto de hoy. Como siempre no tiene más valor que el de dar las pistas necesarias, directa o indirectamente, de los cinco personajes que se esconden hoy. Hay como mínimo cuatro pistas de cada personaje, que pueden ser nombres, profesiones, frases, ciudades, títulos, aficiones, etc., que se refieran a ellos. La fotografía que acompaña al texto es también una pista de uno de los personajes.

Sin más, pasamos al texo:

Era así, no había nada que hacer. Nada. Siempre hacía suya aquella frase de Plauto: El hombre es un lobo… Todo para ella era competitivo. Si hablaba de deportes, ella al lado del triunfador, cuando lo hacía de música, el jazz era lo mejor. Nunca relativizaba las cosas. Todo era absoluto. Buscaba lo más alto. Despreciaba todo lo demás. Carmen era su mejor amiga, pero su verdadera referencia había sido Concha.

Dentro del jazz, Duke Ellington y Louis Armstrong eran sus reyes. Todo lo demás era filfa, pura filfa. Su novelista preferido sin duda, Sender. Sus pintores favoritos Munch y Velázquez (del que había estudiado su influencia en la pintura del s.XX), y su museo: El Prado, ninguno se podía comparar con él. De la política pensaba que era necesario un poder totalitario capaz de anular los intereses individuales, la guerra de todos contra todos, en aras de un bien común.

Ella se había sentido una mujer nueva después de haber superado su complejo, debido a su homosexualidad. Practicar deporte le había ayudado bastante a sentirse otra persona, el tenis, el golf y el pádel. Pero todo lo hacía competitivo. Era una Sánchez y no podía quedar segunda.

Cuando murió su madre en accidente de coche le dio por viajar por medio mundo. Había nacida en Barcelona, vivió en Madrid y también en distintos lugares de Estados Unidos, aunque su ciudad preferida era Dublín. Sólo había una cosa a la que no había podido vencer, su diabetes que le estaba dejando ciega.

Y ahora, lo de todas las semanas, a acertar que es la hora.

Salud y República