17 septiembre 2019

Ascensión Mendieta al encuentro con su padre


Ascensión nos ha dejado pero nos queda su vida ejemplar. Se pasó toda la vida tratando de recuperar los restos de su padre y después de una total dedicación lo consiguió.

Su padre Timoteo Mendieta, de UGT, fue asesinado el 16 de noviembre de 1939. Fusilado sin juicio, sin abogado, sin sentencia, por sindicalista, castigo máximo para los franquistas: ‘ser rojo’.

Ascensión recorrió un camino de barbecho, de desprecio, de desinterés y desvergüenza. Todas las autoridades le cerraron el paso. Fueron muchos los años de lucha donde los distintos gobiernos la ignoraron o le pusieron piedras en el camino. Qué triste tener que reconocer que –mientras nuestros gobiernos la ignoraban o la despreciaban-- gracias a una querella de la jueza argentina, María Servini, --amparada en la jurisdicción universal--, a la ayuda económica de un sindicato noruego de electricistas y al trabajo de voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, Ascensión pudo, por fin, después de tantos años de lucha y sacrificio, encontrar los restos de su padre en una fosa común.

Al fin, en junio de 2017 se encontró su tesoro. Y le volvió la sonrisa, la alegría, la satisfacción. Por fin, después de tantos años y a pesar de todos los obstáculos había conseguido su objetivo. Y con esa voz suave y profunda que poseía dijo: “Ahora a vivir con alegría, si vivo. Y después, que me entierren con él”

Antes había tenido que viajar, para contar la verdad a la jueza argentina, a Buenos Aires, con su mochila de ochenta y ocho años llena. Y ese paso fue el principio del fin. Cuatro años después pudo ver cumplido su largo empeño.

Mantengo en mi memoria –en primera fila--, el día que la conocí personalmente. Izquierda Unida de Rivas le otorgó el premio “14 de abril” del año pasado. Tuve el honor de llevarla desde el lugar donde residía hasta el recinto donde le entregaron el premio. Acompañada de su hija Chon pude charlar con ella y poder sentirla cerca.

Y encontré a una mujer con 92 años, tranquila, serena, frágil y tierna. Con una voz suave y cariñosa. Nunca pude imaginar que aquel cuerpo pequeño pudiera tener una mirada tan transparente, unas ideas tan claras, y una fuerza tan convincente. Entonces entendí cómo había dedicado su vida, con obstinación, firmeza y contundencia, a encontrar el cuerpo de su padre.

Recuerdo con emoción su forma de hablar, sin odio pero con convicción. Como comentaba su triunfo, porque cuando muriese quería que la enterraran con su padre. Había conseguido su objetivo. Lo que es difícil de calcular, son las penalidades, los obstáculos, el desprecio y el olvido que tuvo que soportar de las instituciones políticas de este país. Pero, al final, obtuvo su recompensa. Su lucha no fue en vano, y su ejemplo único. Y es que Ascensión fue más grande que sus gobiernos.

Cada día que pasa quedan menos ‘Ascensión Mendieta’, el tiempo, irrecuperable, va pasando y las vidas de los familiares y amigos de esas víctimas, 115.000 asesinados por el franquismo y desaparecidos, se van nublando. Tristeza, rabia y dolor es lo que queda. Víctimas de la represión franquista siguen olvidadas por las autoridades, mientras que, como debe ser, se rinde homenaje a otras víctimas terroristas como las islámicas o las de ETA.

Víctimas de segunda o de tercera. Víctimas olvidadas, Víctimas sin juzgar, Víctimas del odio, Víctimas del poder totalitario. Estas parecen no contar, son agua pasada. Mientras, todavía se rinden honores a franquistas reconocidos, a torturadores canallas, a defensores del mayor genocidio español.

Hoy, que Ascensión se ha ido, quiero volver a sentirla cerca, a escuchar su voz, a ver su mirada limpia y transparente, a extrañar sus cortos pero firmes pasos, a sentir su beso de agradecimiento. Hoy no puede ser un día cualquiera. Ascensión Mendieta y su ejemplo deben permanecer, a pesar de las dificultades, en nuestra lucha por conseguir Justicia, Verdad y Reparación.

Querida Ascensión que la tierra te sea leve, y ojalá que tengamos fuerza para mantener tu memoria y tu ejemplo.

Salud y República