Había dicho
que no iba a hablar del ejecutivo de Sánchez antes de los cien días, puesto que
es lo mínimo que se debe esperar para observar cómo actúan los nuevos
ministros.
Sin
embargo, hay cuestiones serias que hacen saltar las previsiones. La relación
del ministro Huerta con Hacienda es una de ellas.
Ya parece improcedente decir que se odia el deporte,
hace años, y convertirse en ministro de Deportes, hoy. Luego ha rectificado y
parece que ante tal incoherencia ha hecho propósito de enmienda y ha decidido
cambiar de rumbo.
Aunque
pensé que no parecía muy normal este nombramiento, un hombre de Ana Rosa –ya
sabemos cuál fue su principal mérito: contratar negros para que la escribiera
un libro y dedicarse al famoseo rosa--, y menos después de saber su aversión al
deporte, esperaba los cien días de rigor para poder opinar sobre su gestión,
pero lo último que hemos sabido de este ministro, al que deberíamos llamar “el
breve”, es grave, muy grave y contradice la idea por la que se hizo la moción
de censura y triunfó: el intento de regeneración política y la lucha contra la
corrupción.
Por ello,
no parece muy normal que permanezca en el cargo un tipo que defraudó a Hacienda
218.322 euros. Recibió los consiguientes avisos de la Agencia Tributaria y en
vez de regularizar su situación, recurrió. Eso sí, sin éxito puesto que fue
condenado con sentencia firme el año pasado. Màxim Huerta ha tenido que pagar
una multa de más de 360.000 euros por haber defraudado a Hacienda y actuar de
mala fe. Y es que creó una sociedad pantalla y, con toda su cara dura, imputó
como gastos de su actividad artística, entre otras minucias, la compra de un
apartamento en Alicante. La cosa ha quedado clara y sus actuaciones con
Hacienda han supuesto un fraude que ha tenido que saldar sin remisión.
Y para más
inri, y confirmación de buen ciudadano, el ministro escribió un tuit, en 2015,
donde literalmente ponía: “Estar al día con Hacienda ya no se lleva”.
Estupendo colofón que contribuye a pensar que Huerta es una persona apta para
ser ministro.
No queda
otra. Huerta tiene que dimitir, su permanencia en el cargo va en contra de la
anunciada regeneración y la lucha contra la corrupción. Porque si no se va, o
no le cesa el presidente, estará dando oportunidad a una sobreactuación del PP,
que ya ha anunciado que le reprobará en el Congreso, lo que le colocará en una
situación difícil que puede tirar por la borda la credibilidad de Pedro
Sánchez, quien ha conseguido derribar al PP con una moción de censura, uno de
cuyos pilares importantes era la regeneración moral. Y yo me pregunto, ¿puede
Sánchez justificar que tiene un ministro que ha defraudado a Hacienda? No, de
hacerlo, las cañas se le pueden empezar a volver lanzas.
Salud y
República
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