30 septiembre 2015

Arrastrarse ante la muerte

Hay quien se empeña en manejar la vida de los demás. Y la muerte también. Tratan de decidir las condiciones en las que otros deben vivir y, con locura fanática, pretenden decidir el fin de la vida de los demás.

Lo del Doctor Montes, con todo el peperío casposo detrás, es historia. O eso parece, porque sin embargo todavía hay gente que decide mantener vivo lo que está muerto, mientras que mata lo que está vivo.

El caso de Andrea, una niña de doce años con una enfermedad rara, degenerativa e irreversible que se encuentra internada en el hospital de Santiago, es paradigmático.

Andrea, por desgracia, ha llegado a un punto donde el sufrimiento es lo único que le queda, nada más. La medicina y los cuidados médicos sólo pueden alargar una agonía inevitable, un sufrimiento innecesario, un martirio cruel. Hoy está conectada a una máquina que la mantiene viva artificialmente.

Pues bien, sus padres quieren que la desconecten de esa máquina, no quieren que sufra más y quieren que acabe su agonía. Hoy, desde el 14 de septiembre, tienen el visto bueno del Comité de Ética existencial. Sin embargo, la gerencia del hospital, dice que no, que tienen que mantenerla en esta situación dolorosa.

Yo soy partidario de la eutanasia, pero este caso, que clama al cielo, no es un caso de eutanasia. Es, simplemente, un caso de humanidad. No es posible que a estas alturas, la dirección de un hospital, cuando está de acuerdo en que el caso es irreversible, decida que continúe sufriendo la niña, en contra de la decisión de sus padres avalada por el Comité de Ética existencial de la zona.

Morir con dignidad

No sé qué pesar. Si es morbo o si es ignorancia. No puedo entender la actitud de esta gente que, por encima del sentido común y de la decisión de quienes tienen que decidir, es capaz de tener un comportamiento tan inhumano, tan salvaje. Mientras la niña va poco a poco yéndose, con dolor y sin solución, esta gentuza se complace en mantener esta situación insostenible.

No es posible que en aras de una posible objeción de conciencia, esta dirección del hospital mantenga una situación que no beneficia al enfermo, que contradice lo que desean sus padres y que le importa un pito lo que dice el Comité de Ética.

Porque, entonces, ¿para qué sirve el testamento vital si un médico objeta y no quiere aplicarlo? Somos muchos los que hemos firmado este testamento y, sin embargo, tememos que un médico con cualquier excusa, aplique la objeción de conciencia y todo se quede en papel mojado. ¡Basta ya de beaterías y de anacronismos que producen dolor en el enfermo y en sus parientes y amigos!

No hay otra solución, el gobierno que entre –y esperemos que no esté el PP, porque si no será imposible—, ha de legalizar la eutanasia, será la única forma de que los que decidamos no sufrir, no suframos.

Mientras tanto, esta niña y muchas otras personas están en manos de unos médicos que deciden por ellos y sus familias, cuando la cuestión se hace irreversible.

No, no quiero que esta niña, ni nadie, tenga que arrastrarse en la última etapa de su vida, perdiendo la dignidad por dolor, sólo porque algún medicucho decida aplicar un poder, que no debería tener, para llevar hasta el final el sufrimiento.

Salud y República

1 comentario:

Genín dijo...

Es curioso, estaba de visita en casa de mi hija cuando me sorprendió una angina de pecho, me atendieron magníficamente en el centro de salud de Hervás y me trasladaron al Hospital de Plasencia en donde me hospitalizaron, solo decir que me tengo que quitar el sombrero ante los profesionales de ese centro, una maravilla la atención que me dispensaron, de verdad, solo puedo hablar maravillas de esa sanidad pública y de todos los profesionales que me atendieron, mil gracias y que cunda el ejemplo porque desafortunadamente no es así en todas partes, pero al Cesar lo que es del Cesar...
Salud