No seré yo quien juzgue la labor religiosa del Papa. Allá él y sus seguidores. Sin embargo, este Papa tiene algo que no tenían los anteriores desde Juan XXIII. Y es saber cuál es su sitio y el sitio de los demás. No confundir churras con merinas y dedicarse a su labor pastoral.
Seguro que hay cosas que piensa con las que nunca estaré de acuerdo. Sin embargo, a pesar de que el periodo de su reinado es todavía corto y por lo tanto difícil de juzgar, apunta buenos indicios. Quiere –ojalá que pueda y le dejen— preocuparse por los débiles, pide a los suyos que estén menos cómodos y se muevan para ayudar a los necesitados, aplaude la rebeldía juvenil, trata de limpiar de corruptos el Vaticano, solicita más protagonismo para las mujeres dentro de la Iglesia, pide a los suyos humildad y pobreza, y ha apostado por la separación de la Iglesia y el Estado. Casi nada.
Deben estar ‘contentos’ nuestros obispos. Esos que se dedican a socavar el Estado, los mismos que no saben lo que es humildad, los que quieren ‘curar homosexuales’ y mezclan Iglesia y Estado para poder perpetuarse en el Nacional-catolicismo, aunque ya sólo pueda ser descafeinado.
¡Bien por Francisco! Al menos hasta ahora. Veremos si pone los medios para que lo que dice se pueda cumplir, y ordena a sus queridos prelados españoles que dejen de entrometerse en cuestiones de Estado y se dediquen a lo suyo. Que den al Cesar lo que es del Cesar y ellos a impartir doctrina y a sus asuntos.
Ahora falta que lo que dice se ponga en práctica. También en España. Para lo cual, habría que empezar por desmontar ese contubernio empresarial socio-económico que es la Iglesia Católica en España. Porque apostar por la laicidad no es otra cosa que buscar la autofinanciación de verdad –algo que ya está recogido en la ley, pero a lo que la Iglesia Española no hace ni caso y sigue chupando de la teta Estado—, desprenderse de los privilegios y no inocular ideología en las escuelas públicas.
Y sobre los homosexuales ha dicho: ¿Quién soy yo para juzgarles? Mientras tanto, su súbdito y obispo de Alcalá, Reig Pla, que ejerce en Alcalá, sigue en sus treces y quiere dedicarse a “curar homosexuales”. No sé qué pensará el muy capullo de lo que ha dicho su jefe, pero si tuviera un poco de cabeza –lo dudo—, estaría ahora abochornado y dando marcha atrás.
Y sí, de la curia española me temo lo peor. Dudo de que este Papa, después de ver cómo respira, haya sido elegido con votos como los de nuestros queridos obispos, con la aquiescencia de Rouco y sus muchachos. Porque la cúspide de los obispos españoles viene actuando todo lo contrario de lo que parece que el Papa espera. Y me temo que será difícil que cambie a los susodichos, a esos obispos españoles aliados con los poderosos y dispuestos a servir al poder si el poder les sirve a ellos.
Ellos se sienten a gusto, queriendo cambiar las leyes, curar homosexuales, manifestarse contra lo que vaya en contra de sus privilegios, eso sí, viviendo del Estado. Porque ellos siempre se han caracterizado por ser más papistas que el Papa y será difícil que cambien, salvo que haya una verdadera revolución dentro de la Iglesia española.
Y qué decir de Francisco. Está bien que empiece por decir lo contrario de lo que hasta ahora ha hecho la Iglesia. Sólo falta que actúe y que la cosa no se quede sólo en palabras. Ahí es donde empezará a demostrar, de verdad, que las palabras no se las lleva el viento y que los aires de cambio han llegado a esta Iglesia, tan alejada de la realidad y tan dogmática como impresentable y dañina.
Salud y República
2 comentarios:
Todos son muy majos al principio, luego les caen encima los del aparato y son uno mas, y que no tenga que renunciar como su antecesor, o peor, como le ha pasado a mas de un colega suyo que palmó envenenao... :(
Salud
Coincido. Habrá que ver en qué medida consigue que sus palabras se vuelquen en los hechos.
Un abrazo.
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