La política internacional tiene unos apaños tan vergonzosos
que parece mentira que se mantengan. El caso de Arabia Saudí sería inconcebible
si no fuera porque sabemos que la política internacional está dominada por
intereses mercantilistas, la ideología neoliberal y la adhesión inquebrantable
a las grandes potencias.
Arabia Saudita ingresó hace dos años en el Consejo de
Derechos Humanos de la ONU, con el apoyo de EE.UU. y de otras grandes potencias.
Todo ello a pesar de ser uno de los países cuyos constantes incumplimientos en ese
campo son de primera magnitud.
Nuestros gobiernos, cualquiera que haya sido su signo, así
como la Casa Real española, han mantenido unas relaciones más que amigables (en
el caso de los monarcas se consideran familia) con la monarquía sátrapa que
dirige los destinos en ese país árabe.
Difícil explicación cuando se trata de una monarquía
absolutista, con un gobierno compuesto, exclusivamente con ministros que son miembros
de la familia Saud. El poder sólo está limitado por la ley islámica (Sharia) y
por el Corán. La corriente religiosa que impulsa su política es el wahabismo,
la mismo que inspira la ideología del Estado Islámico. Y es el único país árabe
en el que jamás se han celebrado elecciones, y donde están prohibidos los
partidos políticos.
Aún hay más. Este país lidera una coalición militar contra
Yemen en la que se han causado miles de muertos de civiles (gran parte mujeres
y niños) y ha utilizado bombas racimo, prohibidas por la comunidad
internacional. Además ha estado vendiendo armas al Estado Islámico en su guerra
contra Siria.
Es un país ejemplo de lucha contra sus propios compatriotas
disidentes, a los que encarcela, tortura, expulsa o condena a muerte. Por
cierto, una pena de muerte que se cumple muy a menudo y que utiliza entre otras
formas de acabar con la vida, la decapitación, la lapidación o la crucifixión.
Sus mujeres sufren un estatus especial por el que deben
someterse totalmente a su marido o a sus hijos, si son mayores de edad, bajo la
amenaza del repudio o de sentencias crueles.
Las penas contra los delincuentes son atroces y
desproporcionadas. Por ejemplo, a un ladrón se le puede castigar con la
amputación de un brazo.
Mientras que todo esto ocurre, muestro ex rey Juan Carlos se
consideraba hermano del soberano saudita, al que le daba abrazos y besos como
modo de salutación. Y, nuestros queridos gobernantes estrechan lazos de amistad
con uno de los países más crueles del mundo.
Hoy, Arabia Saudita es el primer cliente español en material
de defensa. Nos compra el 26% de todo el material que exportamos. A cambio,
compramos una parte importante del petróleo que consumimos. Se negocia petróleo
por armas y silencio. El valor del petróleo se paga con sangre, todo consentido
por los diversos gobiernos españoles. Esos que no se cansan en denostar a Cuba
o a Venezuela, por sus incumplimientos en el campo de los DD.HH. y que se
olvidan, voluntariamente, de China o de la misma Arabia Saudí.
Es inconcebible, además de lamentable y vergonzoso, que este
país pertenezca al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, puesto que le sirve
para defenderse de sus ignominias y para conseguir perpetuar sus atrocidades.
Su pasividad, defensa y apoyo a este país hace que nuestros
gobiernos y la Casa Real sean corresponsables de sus barbaridades y crímenes, y
demuestran la insensibilidad y la hipocresía de nuestros gobernantes que, sin
el menor pudor, venden sangre a cambio de oro negro, sin importarles las
consecuencias.
Salud y República
Amnistía Internacional
tiene en marcha una campaña de recogida de firmas para que se expulse a Arabia
Saudita del Consejo de DD.HH. de la ONU, si lo ves conveniente, firma. Pincha en este enlace.
1 comentario:
Bueno, ya sabes tu de sobra que lo único que importa es la pasta... :(
Salud
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