No es para menos. Todo por el triunfo electoral. ¡Todo por la patria! Al fin y al cabo, ¿quién representa la patria sino él? De aquí a diciembre –con una escala importante en 27-S— el camino de Mariano va a ser un sinvivir.
Ya no sabe qué más hacer, de momento ha soltado la pasta –la nuestra claro— para pagar un 26% de la paga que les quitaron a los funcionarios y además ha previsto que en enero les dará el 50% restante. Está claro que para ganar elecciones no importa ni el déficit ni la deuda. ¿Qué será lo próximo para los funcionarios? ¿volverá la cesta de Navidad?
Además, cambia leyes, aunque sean fundamentales, como la de hacer del Constitucional un tribunal ejecutivo. Y todo para ganar votos. Votos de funcionarios, votos de los españolistas fundamentalistas, votos, votos. De eso se trata.
Lo que pasa es que este camino empieza a ser un viacrucis, alguien le ha dicho que van a aparecer más cuestiones de corrupción relativas a su partido. Y no duerme. Pero es que además cuando llega a casa no descansa.
Cuando se levanta en su choza de Moncloa, se acicala, se tiñe el pelo, se desarregla la barba, ensaya su sonrisa falsa y triste en el espejo, y se sienta a desayunar. Y aquí empieza su calvario casero. Su querido hijo Marianín se ha adelantado y le ha birlado el Marca. Pero ¿cómo? ¿Cómo se atreve a hacerle semejante fechoría al presidente del gobierno? A un presidente con toda la barba. ¿Qué va a hacer ahora cuando le pregunte algún periodista sobre el tema que más domina? ¿Qué contestará cuando le digan si ha corrido bien Valverde, o por qué han eliminado a Nadal, o si afectará la lesión de James a su Real Madrid? Pobre Mariano, trata de quitárselo, pero es inútil, Marianín le amenaza con votar a Ciudadanos y el presi, con pena, se rinde y se conforma con mirarlo de reojo.
Y ahí no acaban sus penas caseras. Entonces llega su Viri del alma, su esposa, y le recuerda que están invitados a la boda de Maroto y que ella quiere ir. Él, con esa gracia que le caracteriza, la mira, la remira y la vuelva a mirar, pero no contesta. Y ella insiste: “Mariano tenemos que ir, recuerda que Javier es uno de los nuevos peperos emergentes, nombrados por ti. No podemos hacerle un feo” Y Mariano calla sin otorgar, porque está pensando las consecuencias que tiene aceptar o rechazar esa invitación. Y piensa que ninguna es buena.
Ahí están los carcas opusdeistas como el ministro del Interior, el rey de las concertinas, que si fuera no lo vería bien, tampoco Báñez pues pensaría que se cabrearía su virgen del Rocío, y toda la tea-party pepera que volvería a revivir el tema del aborto y verían en su asistencia a la boda, una debilidad más, una incoherencia con aquel recurso al Constitucional contra la ley de matrimonio homosexual, y le podría hacer perder votos. Y si no fuera, también mal. Dirían que es un carca, un retrógrado incapaz de ponerse al día con la vida. Y Viri insiste y él calla. No sabe qué hacer, aunque, como siempre, dejará la decisión para el último momento.
Así es la vida de Rajoy, dura y extrema, y más en periodo electoral, porque sabe que cualquier decisión afecta a sus votos. Y mientras los funcionarios reciben las migajas de la paga y a los refugiados sirios les tiran bocadillos de mortadela en Hungría, él recibe patadas en la espinilla de su familia y de su gente. Es un incomprendido.
Haga lo que haga siempre encuentra resistencia, todavía no ha aprendido a ser Aznar y eso le reconcome. Esa seguridad que tenía José Mari, ¡qué envidia!, y él siempre con dudas. Eso sí, a pesar de todo, él sigue siendo España, por la gracia de Aznar. Y hará todo lo posible por seguirlo siendo el año que viene. ¡Faltaría más!
Salud y República
1 comentario:
Lo que hay que ver, y mientras tanto le pasa todo eso a Mariano, el Papa preparando las maletas para visitar Cuba, como cambian los tiempos, lo mismo hasta comulgan los Castro... :)
Salud
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