Ha nacido un dios. Un dios menor, pero católico y de misa diaria. Un dios capaz de crucificar (a los demás, naturalmente) con concertinas, de encomendarse a Santa Teresa o de poner medallas a sus vírgenes preferidas –en 2012 a la Virgen del Pilar y hace dos meses a Nuestra Señora Santísima del Amor--.
Es triste y gris, como procede a un dios serio. Además tiene matices humanos, cosa que no suele ocurrir con otros dioses. Se equivoca o admite equivocaciones pero le basta darse un golpe de pecho y hacer propósito de enmienda. Lo de cumplir la penitencia es otra cosa.
Ahí quedan varios sucesos, en los últimos tiempos, de gran relevancia que debemos recordar:
- La muerte de quince inmigrantes en el mar al intentar entrar por Ceuta. Se dispararon pelotas de goma que pudieron agravar la situación de los inmigrantes que trataban de alcanzar la playa. El ministro reconoció que había sido un error. Total, golpe de pecho y prohibir, desde ese momento, tirar pelotas de gomas. Ahí quedan los quince muertos. Al fin y a cabo eran simpes inmigrantes, no merecen la dimisión de nadie. ¡Faltaría más!
- La puesta en marcha de la ley de Seguridad Ciudadana. Una ley que pretende amordazar las críticas y dificultar al máximo el derecho de reunión. Aquí todo el mundo, salvo alguno de los suyos, los totalitarios, están en contra. De hecho el Consejo General del Poder Judicial ha elaborado un informe donde dice que varios artículos importantes son inconstitucionales (recordemos que el PP tiene mayoría en el CGPJ). Naturalmente él ya ha acusado su error y no ha tardado en decir que corregirá esos artículos. Claro que tampoco pasa nada, nadie debe dimitir, está claro que sus asesores y él mismo tienen impunidad de mayoría absoluta.
- También se ha demostrado que la policía se equivocó cuando no supo aislar a esa minoría violenta de la gran mayoría de los manifestantes pacíficos del 22-M y sufrió las consecuencias de unas órdenes que demuestran un mayúsculo error. Pues nada, el ministro ha reconocido que ha habido errores, así es que, a lo hecho: golpe de pecho. Y de dimisiones nada. El que dio las órdenes tan campante. Por cierto que Fernández Díaz se ha unido a Ana Botella, mujer de su íntimo amigo el guerrero Aznar. en el deseo de prohibir las manifestaciones por el centro de la ciudad, lo que dice mucho de lo que este dios menor cree en la libertad de reunión y manifestación. Menos mal que hasta desde su gobierno le han dicho que tururú. De todas formas, como cada vez que hay una manifestación importante se habla del manifestódromo, sugiero que se empiecen a hacer pruebas en Pozuelo y La Moraleja, para ver cómo resulta. En fin, una vez más se ha vuelto a equivocar, pero no pasa nada.
Y todo esto ha ocurrido en los últimos dos meses. Suma y sigue. Este dios del error continuo no sabe ni quiere conjugar el verbo dimitir y el verbo cesar. Eso es de cobardes. Lo suyo es simplemente darse golpes de pecho y encomendarse a santas y vírgenes, que como todos sabemos son quienes nos resuelven los problemas.
Salud y República
1 comentario:
A mi eso de colocarles medallas a las estatuas es que me dejó completamente zumbao y le perdí el poquito respeto que le tenia, como decía el otro, menuda tropa...
Salud
Publicar un comentario