Hoy no quiero hablar de política. No quiero encontrarme con gusanos y con buitres. No quiero hablar de urdangarines, aznares, blesas, bárcenas y demás hierba podrida. Quiero hacer un paréntesis, que no un olvido, para enfrentarme con otra cara de la vida. Porque la vida es algo más que esa política oscura y lamentable, aunque ésta parece que últimamente, por desgracia, marca el rumbo de aquella.
Hay días que el calendario debería saltarse. Días con noticias luctuosas, dolorosas. Esta mañana me he quedado un poco más huérfano. Poco a poco, vas caminando y al tiempo que encuentras adherencias, amistades, pasiones, la vida te va despojando de algunas de ellos. Sin prisas, pero sin pausa. Y cada vez que algo se olvida o alguien se va, te arrebatan algo tuyo. Te roban algo íntimo.
George Moustaki se ha ido. Y con él, también un poco de mi historia. Menos mal que quedan los recuerdos. Su música reconocida, su poesía musicada quedará grabada en muchos de nosotros, su recuerdo será parte de la historia, de nuestra historia.
Con aire de extranjero desgarbado, pelo desgreñado y barba libre, marcando su origen mediterráneo conquistó París. Nació en Alejandría de familia griega, y se marchó a París. Allí, por los años cincuenta, conoció a los grandes: Brel, Brassens o Édith Piaff. De ésta última se enamoró y convivió con ella durante años. Le compuso la letra de una de sus canciones más bellas y conocidas: Milord
Moustaki tocaba varios instrumentos, y empezó componiendo para llegar a su primer disco grabado y que ha sido su gran éxito: Le Métèque (el extranjero). Una canción autobiográfica donde se retrata y donde da las gracias a Francia como país de acogida. Por cierto, disco editado en 1968 y que se convirtió en himno de la revolución de Mayo del 68, con la que coincidió.
Fue un gran soñador, una especie de pastor griego con ovejas voluntarias, un vagabundo. Un hombre capaz de componer canciones tan bellas como esta; Il est trop tard (es demasiado tarde).
Un poeta que cantó al amor, a la libertad, a la igualdad. Un músico que dominaba la guitarra, el acordeón y el piano. Sus canciones tenían un fondo musical griego. Y cantó a la vida, a su vida y dejó una canción bellísima dedicada a quien le enseñó muchas cosas, su abuelo: Grand-Père
Tuve la suerte de verle en Rivas, en 2001, en la sala Covibar. ¡Impresionante! Fue un acontecimiento muy emotivo. Algo difícil de olvidar. Allí cantó muchas de sus canciones, y no faltó una de sus más famosas y bellas: Ma solitude (Mi soledad).
Allá por 2011, declaró su imposibilidad de seguir cantando (siempre había dicho que moriría con las botas puestas) por una enfermedad respiratoria. La que ha acabado con él.
Hoy, después de volver a escuchar sus canciones, de recordar su arte, de encontrarme con él, sé que sólo podré compensar su pérdida, escuchando sus canciones y eso, no nos lo puede quitar nadie. Adieu, mon ami!
Salud y República
7 comentarios:
Compartimos tristeza, Rafael.
Un abrazo
Si, comparto tu tristeza, mas o menos lo disfrutamos con edades similares, yo mas viejo que tu, justo hoy cumplo 72 gloriosos años y dando guerra, ya ves lo que es la vida, una de cal y otra de arena :))
Salud y abrazo cumpleañero!!!
Una muy entrañable dedicatoria. Me ha gustado eso de "pastor de ovejas voluntarias".
Un abrazo.
Como todo es relativo en la vida, quien es quien se va y quien se queda? donde está la vida? aqui a haya?
Una voz como la suya, con ese timbre que llega al corazón aunque no sepas que dice, la música...esas notas esa guitarra acompasada esa personalidad que nos acompañó mientras duró
Saludos cordiales desde el clubdels100ipico.blogspot.com
Buen trabajo, amigo. Estamos tristes todos.
Saludos.
Buen trabajo, amigo. Estamos tristes todos.
Saludos.
Excelente y musicalmente documentado homenaje a tan importante persona. Nuestra generación está impregnada de su música y su letra. Ahora lo escucho con la añoranza de tiempos pretéritos, cuando era joven.
Un saludo
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