Nuestro sistema educativo sufre, de acuerdo a las apetencias genitales del gobierno de turno, cada poco tiempo, una reforma. Ésta que intenta clavarnos, con su mayoría absoluta el ínclito Wert –se puede ser más listo pero no más dañino que este ministro— pretende que volvamos a las cavernas, retrotraernos a los años del nacional-catolicismo.
La reforma ha iniciado su camino y en pocos meses debería estar aprobada la séptima ley de educación de la democracia. En su afán de un cambio de modelo, a este gobierno no le importa jugar con algo tan frágil como importante como es la enseñanza.
Es cierto que nuestro sistema educativo no obtiene el nivel requerido y que su ranking en el informe PISA deja mucho que desear. Sin embargo, tratar de tramitar una ley sin que en el borrador haya participado ninguno de los agentes de la comunidad escolar, hace que esté abocada al fracaso.
Si se quiere promulgar una ley sobre la Educación, lo primero que hay que hacer es escuchar a los afectados. Aquí, ni estudiantes, ni padres, ni profesores, ni CC.AA. ni sindicatos, ni partidos de la oposición han sido involucrados, ni tan siquiera se les ha preguntado. Está claro que los peperos creen estar en posesión de la verdad, por el hecho de contar con mayoría absoluta.
Hay cuestiones muy importantes que ya han empezado a levantar ampollas entre los afectados. Porque se ve a la legua que de lo que se trata no es de subir el nivel de la educación, sino de utilizarla como instrumento ideológico al servicio de unos intereses determinados.
Cuando digo que no han consultado con nadie para la elaboración de este borrados, quiero decir con nadie que debieran. Sin embargo, sí que se nota que se siguen pautas que casan perfectamente con la Iglesia y con la banca.
Por ejemplo, el hecho de que se consolide la Religión como asignatura, que se aseguren las subvenciones a los colegios que segregan a los alumnos por sexo (son casi todos del Opus) o de que se haya eliminado Educación para la Ciudadanía –ya saben ustedes que hablaba de la homofobia y de las desigualdades, lo que es naturalmente pecado— siendo sustituida por Educación Cívica y Constitucional --donde se introduce la importancia de la iniciativa privada y se critica al “nacionalismo excluyente”-- no son sino medidas que satisfacen plenamente a Rouco y Cía, y a la España Una, Grande y Libre.
Así mismo, en la enseñanza superior, en la Universidad se escucha el clamor de los bancos con los que el tal Wert ya está apalabrando acuerdos para que los estudiantes universitarios puedan obtener créditos y así poder pagar la matrícula, aumentada en un 60%. Un nuevo negocio para la banca que sin duda debe agradecérselo al señor Wert.
Vamos camino del modelo neoliberal, el modelo que predomina en USA, donde las familias ahorran desde que nace un hijo para que pueda, primero ir a un colegio, y luego a la universidad. Y donde se desprecian, en la enseñanza media las asignaturas que desarrollan el pensamiento crítico y convierten a los alumnos en ciudadanos alienados, que tratan de luchar competitivamente para obtener los mejores resultados, aunque eso lleve a muchos otros al fracaso. Un modelo que condena a los pobres a no poder acudir a la universidad y que se aleja de la Enseñanza libre y gratuita.
En ese afán competitivo se han introducido tres exámenes o reválidas cuando se finaliza un ciclo: al final de primaria –ésta no es eliminatoria—, al final de la ESO y al terminar el Bachiller. Es obligatorio aprobar estas dos últimas para pasar al ciclo superior. Además las universidades pueden también poner pruebas de entrada. Es lo más parecido al plan de 1957, con el que yo estudié. Una prueba de ingreso, antes del Bachillerato elemental (hoy la ESO), y luego una reválida después de ese Bachillerato que te permitía pasar al Bachillerato superior, y al final una reválida más. Se ve claramente la vuelta a cincuenta años atrás. A costa de nuestros jóvenes este ministro quiere llevarlos a su infancia.
No creen en absoluto en la solidaridad o la cooperación, toda la enseñanza está basada en la competencia, en la excelencia individual. Se estudia para ser un instrumento (lo mejor cualificado posible) de un sistema que necesita gente adocenada para su servicio. A nadie se le ocurre que se estudie para poder ser crítico, ser un ser libre y si es posible feliz, cuando ese debería ser el objetivo. Está claro que para este genio, llamado Wert, la mercantilización es su objetivo.
A todo esto, las subvenciones a colegios privados y concertados han aumentado durante los tres últimos años, mientras que los recortes se han cebado en la Educación pública.
Además,en este borrador, se aumenta las cotas de participación en la elaboración de los programas por parte del Ministerio, dejando a las CC.AA. con menos posibilidades de adaptar los programas a sus peculiaridades, quitándoles competencias y centralizando las decisiones. Por otro lado, los AMPAs y los Consejos Escolares han quedado como floreros, puesto que las decisiones importantes, como la elección de los directores de los centros, y otras de importancia, dependerá de la Administración directamente, sin concertar con ellos.
Mucho se hablará de esta reforma que traerá cola. Porque aunque tenga que pasar por el Congreso ya sabemos como actúan los peperos cuando tienen mayoría absoluta. Apenas cambian una coma.
No hay duda de que la reforma no es por el bien de los educandos, no trata de mejorar la Educación, sino para cambiar de modelo ideológico y encaminarnos hacia un liberalismo mercantilizado. Otro frente abierto que habrá que contestar. No podemos quedarnos quietos, mientras que a nuestros hijos y nietos los quieren convertir en elementos de un rebaño que sirva a unos intereses de las clases dominantes.
¡Vaya tela de ministro! Éste era el moderado. ¡Hay que Wert!
Salud y República
8 comentarios:
jaja, hay qué Wert, es verdad...
Bueno, yo estoy de acuerdo con cosas y con otras no, ya sabes que siempre voy por libre.
Me dedico a la enseñanza y lo que no puede ser, lo que hace más daño que nada, es este juego de leyes, esta modificación constante, este continuo cambiar cosas, esta sensación de provisionalidad. Porque hay más, por lo menos en Catalunya, que es donde yo vivo. No sólo importa la ley sino la forma en que ésta se despliega cada año. En las instrucciones de inicio de curso se van dando modificaciones anuales, leíste bien, anuales. El año pasado, en la típica reunión de padres de principio de curso, un padre me preguntó algo tan normal como con cuántas materias se repetía curso. Y yo tuve que confesarlo que no lo sabía. Verás, siempre habían sido tres materias, con dos se pasaba curso pero con tres no, pero de repente un año alguien se sacó de la manga que si el alumno tenía tres materias se podía votar y si las dos terceras partes de la junta consideraba que podía pasar de curso, pues se podía pasar con tres. Al otro año lo quitaron. Al otro, lo volvieron a poner. Y yo me encuentro con la duda anual, porque no sé cómo está la cosa, ya que cada año cambia. Se inventaron luego los asteriscos: un alumno con cinco o seis materias suspendidas podía pasar de curso siempre que la junta considerara, si había dos tercios a favor, que se le podían aprobar asignaturas por todo el morro con un asterisco, que significaba que no las había aprobado él sino que era un regalo. Luego lo quitaron. Lo volvieron a poner. Y el año pasado CIU lo quitó de nuevo. Este año, honestamente no sé... ya veré a final de curso. Hasta entonces me preocupo solamente de dar mis materias lo más dignamente posible. No me digas tú que ésto es serio, Rafa.
La educación debería ser un asunto de consenso, de aplicar una norma y aguantarla un mínimo de años. De otra manera te sientes siempre trabajando en falso, que es lo peor que le puede pasar a un docente.
Pero por otro lado creo que si queremos que la enseñanza vaya bien debe volver a valorarse el esfuerzo, el trabajo, el rigor, la seriedad. Cuando comenzó la ESO repetir curso estaba prohibido, al menos aquí: duró dos años, pues resultaba pedagógicamente insostenible y era un ejemplo terrible que alguien que no había traído el boli en todo el curso (los hay, Rafa, los hay) pasara de curso todo limpio. Una locura. Vaya ejemplo edificante para los otros que comenzaron a decir que para qué estudiar si se pasaba igual... Volvieron a poner la repetición, y a pesar de asteriscos, de tres materias, de cuatro, de tanta volatilidad, por lo menos los alumnos tuvieron claro que había cosas que se penalizaban.
Yo creo que la izquierda tiene un discurso sobre educación totalmente pasado de moda. Venden como innovación pedagógica las teorías de hace cincuenta años... Yo he estado en institutos de barrios marginales que son un centro de delincuentes. Lo que te da lástima es los alumnos buenos, con ganas, que obviamente los hay, que terminan sus estudios con un nivel paupérrimo, porque es evidente que si tienes veinte quinquis en clase avanzas poquísimo, a veces nada. El verdadero logro de la izquierda no sería la escolarización indiscriminada, que también, sino crear lo que no tenemos: una pública prestigiosa, con calidad, en que se pudiera atender adecuadamente a todos los alumnos, con un potente servicio de becas (y más en la Universidad o la Formación Profesional), en que alguien que quiere formarse y vive en un lugar marginal tenga garantizada una educación de primera, con unos centros serios sin trapicheos de drogas (si vieras...) y con un verdadero espíritu de trabajo. Esa sería la manera de enganchar a más gente humilde, de darles la posibilidad de que se apunten al carro de los estudios en lugar de apuntarse al otro carro. Ya sabemos que no todos los centros son así. Afortunados ellos. Afortunado yo que tengo la plaza en un centro muy bueno. Pero conozco la otra cara de la moneda. Esa cara que normalmente no se mira porque es incómoda: la de los humildes.
La mejor corriente pedagógica es la de la seriedad, del rigor, del trabajo. De la disciplina incluso, siempre que sea formativa. Luego ya estamos los docentes, la mayoría de izquierdas, para darles a los alumnos unos conocimientos adecuados y unas herramientas de civismo, de crítica, de democracia, de coeducación, de respeto, de empatía, de compromiso cívico. Si tengo un buen clima de trabajo en clase puedo hacerlo; si no, es imposible.
Es igual lo que hagan, Rafa: más que nos han comido el coco a nosotros nadie podrá comerlo; más silencio sobre la verdad, imposible. Y, mira...siempre, entre el profesorado, hay alguien que nos enseña a pensar en libertad; siempre, en cada familia, hay un loco que da alas para vivir. Y, entre lo uno y lo otro, han salido personas como tu y como yo.
Ese Wert es un personaje inútil que mejor haría dedicarse a lo suyo, ir de tertulia en tertulia diciendo necedades. Claro que, vistas las lumbreras que le acompañan en este gobierno, con el jefe a la cabeza, ¿qué se podía esperar?
Bicos
Ya se ha hecho costumbre cambiar la enseñanza cada vez que toma uno nuevo el poder, dentro de nada volverá a ser cambiada, espero...
Salud
Realmente de la época de las cavernas!...van siempre en retroceso buscando además -de paso y como quien no quiere la cosa- hacerse de algún negociado para sus amigos!
=(
La venden como la reforma que acabará con el fracaso escolar... ¡Claro que sí! Directamente excluirá del sistema educativo a todo aquel que tenga cualquier tipo de dificultad ¡Así cualquiera!
Otra cosa que trato de entender es porqué con cada cambio de gobierno se tira abajo todo lo anterior para sacarse una nueva ley de la manga. Y sin tener en cuenta la opinión de los expertos en la materia, como los profesores, los decanos universitarios o los pedagogos.
¿Y luego dicen de separación de poderes? Sí... ¡JA!
Saludos.
Es el intento de alejar lo más posible a las clases populares del acceso a la universidad, poniendo todo tipo de travas con las revalidas y con los precios de las matriculas.
Y los que se quejaban del adoctrinamiento de la actual ley de educación, nos meten ahora adoctrinamiento hasta por la orejas.
Salud, República y Socialismo
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