Ascensión nos ha dejado pero
nos queda su vida ejemplar. Se pasó toda la vida tratando de
recuperar los restos de su padre y después de una total dedicación
lo consiguió.
Su
padre Timoteo Mendieta, de UGT, fue asesinado el 16 de noviembre de
1939. Fusilado sin juicio, sin abogado, sin sentencia, por
sindicalista, castigo máximo para los franquistas: ‘ser rojo’.
Ascensión
recorrió un camino de barbecho, de desprecio, de desinterés y
desvergüenza. Todas las autoridades le cerraron el paso. Fueron
muchos los años de lucha donde los distintos gobiernos la ignoraron
o le pusieron piedras en el camino. Qué triste tener que reconocer
que –mientras nuestros gobiernos la ignoraban o la despreciaban--
gracias a una querella de la jueza argentina, María Servini,
--amparada en la jurisdicción universal--, a la ayuda económica de
un sindicato noruego de electricistas y al trabajo de voluntarios de
la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica,
Ascensión pudo, por fin, después de tantos años de lucha
y sacrificio, encontrar los restos de su padre en una fosa común.
Al
fin, en junio de 2017 se encontró su tesoro. Y le volvió la
sonrisa, la alegría, la satisfacción. Por fin, después de tantos
años y a pesar de todos los obstáculos había conseguido su
objetivo. Y con esa voz suave y profunda que poseía dijo: “Ahora
a vivir con alegría, si vivo. Y después, que me entierren con él”
Antes
había tenido que viajar, para contar la verdad a la jueza argentina,
a Buenos Aires, con su mochila de ochenta y ocho años llena. Y ese
paso fue el principio del fin. Cuatro años después pudo ver
cumplido su largo empeño.
Mantengo
en mi memoria –en primera fila--, el día que la conocí
personalmente. Izquierda Unida de Rivas le otorgó el premio “14 de
abril” del año pasado. Tuve el honor de llevarla desde el lugar
donde residía hasta el recinto donde le entregaron el premio.
Acompañada de su hija Chon pude charlar con ella y poder sentirla
cerca.
Y
encontré a una mujer con 92 años, tranquila, serena, frágil y
tierna. Con una voz suave y cariñosa. Nunca pude imaginar que aquel
cuerpo pequeño pudiera tener una mirada tan transparente, unas ideas
tan claras, y una fuerza tan convincente. Entonces entendí cómo
había dedicado su vida, con obstinación, firmeza y contundencia, a
encontrar el cuerpo de su padre.
Recuerdo
con emoción su forma de hablar, sin odio pero con convicción. Como
comentaba su triunfo, porque cuando muriese quería que la enterraran
con su padre. Había conseguido su objetivo. Lo que es difícil de
calcular, son las penalidades, los obstáculos, el desprecio y el
olvido que tuvo que soportar de las instituciones políticas de este
país. Pero, al final, obtuvo su recompensa. Su lucha no fue en vano,
y su ejemplo único. Y es que Ascensión fue más grande que sus
gobiernos.
Cada
día que pasa quedan menos ‘Ascensión Mendieta’, el tiempo,
irrecuperable, va pasando y las vidas de los familiares y amigos de
esas víctimas, 115.000 asesinados por el franquismo y desaparecidos,
se van nublando. Tristeza, rabia y dolor es lo que queda. Víctimas
de la represión franquista siguen olvidadas por las autoridades,
mientras que, como debe ser, se rinde homenaje a otras víctimas
terroristas como las islámicas o las de ETA.
Víctimas
de segunda o de tercera. Víctimas olvidadas, Víctimas sin juzgar,
Víctimas del odio, Víctimas del poder totalitario. Estas parecen no
contar, son agua pasada. Mientras, todavía se rinden honores a
franquistas reconocidos, a torturadores canallas, a defensores del
mayor genocidio español.
Hoy,
que Ascensión se ha ido, quiero volver a sentirla cerca, a escuchar
su voz, a ver su mirada limpia y transparente, a extrañar sus cortos
pero firmes pasos, a sentir su beso de agradecimiento. Hoy no puede
ser un día cualquiera. Ascensión Mendieta y su ejemplo deben
permanecer, a pesar de las dificultades, en nuestra lucha por
conseguir Justicia, Verdad y Reparación.
Querida
Ascensión que la tierra te sea leve, y ojalá que tengamos fuerza
para mantener tu memoria y tu ejemplo.
Salud
y República
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