No sé si
confesarlo. Cualquiera sabe lo que me puede pasar. Seguro que me tienen fichado.
No me fío de los ministros del Interior de este país. Entre, el anterior, Jorge
Fernández y el ínclito Zoido me quedo con ninguno.
Y es que me
gusta el amarillo. Ese color que me recuerda al sol, que me parece lleno de
vida, que deslumbra. Y resulta que ahora están prohibiéndolo. Ir de amarillo es
ser independentista, lo cual no hace, como lleva haciendo el PP desde hace diez
años, sino aumentar el número de independentistas.
Además,
creo que desnudar al vestido no es precisamente una obra de misericordia y, sin
embargo, estos peperos, ávidos de misticismo cínico, hicieron desnudarse a
medio estadio el otro día, con motivo de la final de la Copa, para requisar las
camisetas amarillas. Todo un espectáculo digno de un gobierno como éste. Ahora
les da por perseguir colores y, claro, hasta ahí podíamos llegar.
¿Qué hago
yo ahora? Les confieso que mi ficha jugando al parchís siempre fue la amarilla,
que tengo dos polos amarillos y que me gustan unas zapatillas deportivas
amarillas. Les ruego que no se lo digan a Zoido y prometo empezar a cambiar.
Desde ahora para jugar al parchís utilizaré el azul gaviota, los polos los
teñiré y las zapatillas se las regalaré a un primo nacionalista que tengo en
Girona. Prometo cambiar y evitar el amarillo.
Nunca diré
que me gusta el amarillo. Claro que mi cuestión personal, doliéndome mucho, no
es lo más grave. Porque si nos fijamos el mundo está amarilleado, el amarillo
es un color predominante y además, por su fuerza, canta enseguida. Como diría
mi hija, se nota mogollón. ¿Y Zoido qué hará para combatirlo?
Me pregunto
con qué camiseta van a jugar los muchachos del Las Palmas o del Cádiz para que
no les desnuden. ¿Qué será de Piolín, Los Simpsons, Winnie de Pooh o Bob
Esponja? ¿Se atreverán a cambiarles de color? ¿Prohibirán las exhibición de sus
aventuras?
Mi
preocupación aumenta cuando pienso en el sol. Al astro rey, siempre
representado en amarillo, ¿lo imputarán por independentista? O qué va a pasar
con el oro, ¿se atreverán a teñirlo?, Y la bandera española, ¿en qué color
convertirán el gualda?
En fin, es
lo que tiene este gobierno. La ley mordaza fue la muestra más significativa, y
sus actuaciones contra la libertad de expresión son hoy más frecuentes que
nunca. Cantantes, escritores, titiriteros y artistas en general están acosados
y algunos encarcelados. La censura está volviendo y hasta un color, el
amarillo, está siendo perseguido. ¿Se puede ser tan mentecato? Pues sí.
Esta gente
no cree en la libertad de expresión. Cualquier crítica que se les haga tratarán
de penalizarla. Con sus errores en diez años duplicaron el número de
independentistas catalanes, pero ellos son así. Y ahora confunden el amarillo
con el independentismo. No atienden a razones y simplifican de tal forma que
caen en errores garrafales. El lazo amarillo no nació como emblema
independentista sino como reacción para pedir libertad para los presos
independentistas, que no es lo mismo. Por ejemplo, yo no soy independentista y,
sin embargo, no puedo entender que Oriol, los Jordi y demás políticos estén
presos de forma preventiva. De hecho, creo que son presos políticos y defiendo
su excarcelación.
Pero lo
grave está por venir, ya lo verán. Se oye, se comenta, se rumorea que
Ciudadanos quiere convertir en naranja todo lo que es amarillo, y el PP tan
contento. Ya lo saben, estamos en un periodo de transición, del amarillo al
naranja. El azul ya cotiza a la baja.
Salud y
República
1 comentario:
Se pasaron 100 pueblos, que manera tan absurda de hacer el ridículo, total ¿Para que?
Salud
Publicar un comentario