Me duele Italia

Hace dos años y medio que abrí este blog. En este periodo he escrito veintinueve entradas sobre Italia, casi una por mes. Y no es gratuito. Italia para mí es mi segundo país. He estado en contacto continuo con Italia durante más de cuarenta años de mi vida, por razones de trabajo, y allí he ido decenas de veces por cuestiones laborales, sindicales y de ocio.

Y digo esto porque he seguido, con placer y sin poder ni querer evitarlo, la vida italiana habiendo conocido a italianos de todo tipo. La mayoría, gente progresista, gente sana, solidaria que hoy se encuentra absolutamente desconcertada. Sin saber ni cómo ni por qué les ha caído y les sigue cayendo ese sambenito, que cada día se parece más a un San Benito Mussolini.

Recuerdo tiempos donde para nosotros –hablo de la generación que vivimos la transición en nuestra juventud—, Italia era el modelo a seguir. Vivíamos siempre pensando en que España, allá por los setenta, debería llegar a ser como Italia en cuanto a libertad de expresión, vitalidad progresista, fuerza sindical. Pues sí, era Italia y no Francia o Alemania. Nosotros queríamos gozar de esa vitalidad y de esa forma de entender la vida en libertad que era esa Italia individualista, progresista y a la vez solidaria.

Y hoy, esa Italia se ha convertido en un nido incipiente del nuevo fascismo, en el cortijo de un dictadorzuelo de comedia barata apoyado por las urnas, en la degeneración de la política donde el sindicalismo ha quedado arrasado y la izquierda real barrida del mapa parlamentario.

Hoy Italia me da miedo. Quo vadis Italia? Eso quisiera saber. De momento el último capítulo, increíble como los anteriores, es el de las brigadas del orden patrocinadas por dos partidos ultras, por un lado La Lega Nord (xenófoba por excelencia) de Umberto Bossi y por otro el Movimento Sociale Italiano (partido heredero del fascismo), que esperan la aprobación, ya anunciada por Il Cavaliere Berlusco, de una ley para poder actuar. Brigadas que se preparan para hacer rondas de seguridad para cazar “inmigrantes, delincuentes y gente de mal vivir”.

Y naturalmente, cuando un Estado permite esta aberración puede ocurrir cualquier cosa. Hoy leo con estupor que se está montando la Brigada Judía para controlar a las otras brigadas. Si la cosa no fuera tan seria, parecería un vodevil de tres al cuarto. Pero lo triste es que es real. Y mañana quién sabe qué puede pasar cuando se apruebe esta ley.

Mientras tanto, la gente de bien, que os aseguro que en Italia la hay, se pregunta ¿Hasta cuándo? ¿Qué hemos hecho para merecer esto? Esto, naturalmente, es Berlusconi. Y esa pregunta seguramente también hay que hacérsela a esa izquierda cambiante que se ha acomodado y a esos sindicatos que dejaron de defender a los trabajadores para conservar sus propias poltronas. Eso es lo que algunos de mis amigos italianos comentan, y creo que desgraciadamente tienen razón. Las secuelas son tan grandes que será difícil que pueda volver a encontrar esa Italia que conocí, viví y gocé, modelo de un estilo de vida que hoy se ha vuelto lamentable y decepcionante. Por eso, no lo puedo evitar, me duele Italia.

Salud y República