La literatura como terapia de la política (XV)

Llegó, vio y venció. Así ha hecho Selma. Con bitácora recién estrenada, desde su jaima, acertó. Pues sí, era San Camilo 1936 de Cela. Una novela con el clásico ingenio de Cela que te permite leerla sonriendo y llorando a veces. Este escritor, al que no tengo ningún apego como persona, le reconozco su chispa y, desde luego, su buena pluma. Todo lo demás, de lo que le gustaba rodearse, a mi modo de ver, sobraba. Su petulancia, su superioridad, su desprecio por los demás, su clasismo era algo que le hacía desagradable. Solo su literatura te reconciliaba con él.

Es una de las más sabrosas novelas de nuestro premio Nobel y demuestra con ese estilo circular lo fácil que es seguirle, aunque esté narrada como reflexión interior, y lo difícil que es hacerlo tan bien.
No fue la primera novela que leí de Cela, sin embargo si que ha sido una de las que más me han impactado. Cela es un narrador único, capaz de contarte las cosas más atroces y dibujarte una sonrisa.

Y vamos con el fragmento de hoy:

Había recibido la noticia de su advenimiento con admirable desenvoltura. Hacía mucho que la esperaba, y sus proyectos no cambiaban en absoluto. Seguí siendo el de siempre, el que sería hasta su muerte; un jefe. Pero había tenido la virtud de adquirir, gracias a una concepción totalmente militar de la disciplina, una idea de lo que es el orden en el Estado. Todo, por lo menos al principio, giraba entorno a esta idea, incluso sus planes de guerra y sus proyectos de conquista. Emperador-soldado, pero en modo alguno soldado-emperador. Nada cambió en su vida; su modestia prescindía tanto de la afectación como del empaque. Mientras el ejército se regocijaba, el asumía sus nuevas responsabilidades como parte del trabajo cotidiano, y mostraba a sus íntimos una sencilla satisfacción.

Pues nada más. Ahora a ver quien acierta, que es facilita.

Salud y República

Actualización a las 22:20. Primera pista:
La autora es europea.