Se
cumplió. Si hay algo bueno, que se puede sacar de estas elecciones
es la caída de Ciudadanos. Un partido que se ha servido a sí mismo
y que como tal ha empezado su propia disolución. Albert Rivera, ese
político trepa, capaz de pasar de la ‘socialdemocracia’ al
‘liberalismo’, sin pestañear, para terminar siendo semilla de la
extrema derecha, hoy, es historia.
Al
final ha tenido unos momentos de lucidez --y con esos resultados
catastróficos--, que ojalá le hubieran venido durante su ‘reinado’,
y con dramatismo excesivo, pero con la elegancia que siempre le ha
faltado, ha dimitido, a la fuerza, de todo. Eso sí, como despedida,
nos ha soltado un monólogo que seguro que preparó junto a sus
compañeros comediantes: Felisuco y Cantó.
El
abandono de líderes de primera fila. Valls, Toni Roldán, Francisco
de la Torre y otros que fundaron el partido era un signo de un
desgaste gigantesco que presagiaba la crónica de una muerte
anunciada.
Este
partido ha servido para bailar la yenka, --ya saben: izquierda,
izquierda, derecha, derecha-- hasta que se ha situado en el limbo
después de abrazar postulados ultraderechistas, hecho que ha
provocado que gran parte de sus electores le haya abandonado y haya
abrazado el partido ultra. Su inquina a las Comunidades Autónomas,
--como Euskadi y Catalunya-- junto a su amor a las mayores medidas
represivas, como la aplicación del 155 y su absoluta incoherencia
ideológica les ha dado llevado al minimalismo parlamentario y camino
del cementerio.
¿Y
después de ‘Riverita’ quién? ¿Quién sucederá al líder
único? Se habla de Inés Arrimada. No olvidemos que Arrimadas no era
sino un clon de Rivera, su gemela. Y, lo más importante, después de
haber hecho lo más difícil, liderar el partido en el Parlament, se
ha quedado en blanco. Se ha pasado toda la legislatura, hasta que se
vino a Madrid, preguntando al espejito si era la más lista y
pidiendo como única solución: el 155. Eso sí, con su incapacidad
total, sólo ha conseguido aumentar la gresca, sin ser capaz ni tan
siquiera, de crear una mesa donde discutir con sus oponentes. Y para
culminar su transición al poder, acaba de dar otro ‘NO es NO’ a
la próxima coalición de izquierdas.
Parece
que hay otro posible candidato. Así al menos se ha manifestado
Ignacio Aguado, ese vicepresidente de la CAM, cuyo gran mérito es
defender iglesias ante los rojos, apoyar a Vox en mociones
vergonzosas y defender a la presidenta de sus apaños en AvalMadrid.
¡Menudo elemento!
También
hay quien habla de una dirección farandulera, compuesta por Felisuco
y por Toni Cantó, que al menos se supone que podrían mantener la
comedia ciudadanesca con cierta profesionalidad y con humor, aunque
sea de baja estopa.
Han
iniciado el camino a la desaparición, por el bien de esta
democracia. Se ha demostrado su inutilidad como partido bisagra con
simples ansias de poder. Era hora de que los ciudadanos les pongan en
su sitio. Basta de trepas y de proferir falsas expectativas. Basta de
paranoicos y de pupilos del Ibex-35.
Es
verdad que no será una desaparición rápida, puesto que gracias al
PP –partido que le ha ayudado a blanquear a Vox-- y a la extrema
derecha, seguirá en las instituciones en las que gobiernan para
defender sus opciones decimonónicas.
Otro
de los problemas que van a empezar es el de las primeras espadas que,
debido a estos resultados nefastos, se han quedado fuera del
parlamento. Ya verán cómo más de uno se marcha, visto que no
pueden sacar partido, ni esplendor a su futuro. De los que se han
quedado fuera del parlamento, perdónenme por ser tan malévolo, me
ha alegrado de manera primordial el caso de Girauta. Ese personajillo
fascistoide que escribió un libro-panfleto donde acusaba a Azaña y
a la República Española de ser la causante de la guerra civil.
En
fin, perdonen por la bilis que he soltado, pero si hay algo que no se
puede soportar en un partido político es la total incoherencia y el
cambio de ideología constante. Basta de personajillos.
Salud
y República
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