La literatura como terapia de la política (XXII)

La semana pasada la obra elegida era Retrato de un artista adolescente de James Joyce. Lo acertó D. Vilos, uno de los que suelen entrar con tino. Además se ve que esta vez contó con la ayuda de la Sra. Jarl, o sea que jugó con ventaja.

Joyce es un icono de la literatura del s.XX y desde luego consiguió implantar una nueva estructura novelística utilizando nuevas técnicas y estilos. Un escritor emblemático y simbólico que hace de Dublín y su querida Irlanda, el centro geográfico de sus novelas. En el caso de Retrato de un artista adolescente, Joyce, bajo el nombre del protagonista, Stephan Dedales, que luego sería coprotagonista en su obra cumbre, Ulises, vive episodios que en gran parte son autobiográficos. Etapas de juventud que va quemando y que encierran muchos detalles de la vida del escritor.

Y ahora el fragmento de la semana:

Si se resigna Ud. a mi pronunciación incurable, leeremos unas páginas.
“Su rostro, en el lívido círculo de la lámpara era sin duda el de un anciano, pero con algo inquebrantable y aun inmortal. Leyó con lenta precisión dos redacciones de un mismo capítulo épico. En la primera, un ejército marcha hacia una batalla a través de una montaña desierta; el horror de las piedras y de la sombra le hace menospreciar la vida y lograr fácilmente la victoria; en la segunda el mismo ejército atraviesa un palacio en el que hay una fiesta; la resplandeciente batalla les parece una continuación de la fiesta y logran la victoria. Yo oía con decente veneración esas viejas ficciones, acaso menos admirables que el hecho de que las hubiera ideado mi sangre y que un hombre de un imperio remoto me las restituyera, en el curso de una desesperada aventura, en una isla occidental…

Pues hasta aquí puedo leer. Y ahora, Uds. tienen la palabra.

Salud y República