¡Tengan piedad, pliis!

Pero, tengan piedad. Esto no puede estar pasando. Los cambios se producen gradualmente y no en veinticuatro horas. Esto es una revolución. Yo, que siempre he defendido los cambios, me veo superado por lo ocurrido.

Miren, he llegado a entender --sin compartirlo, se lo juro-- que un tipo inimaginable pueda representarnos en Eurovisión cantando una chorrada. Soy capaz de comprender –ya es capacidad de comprensión-- que el cuarenta por ciento del personal vote al PP. A duras penas entiendo –en aras de algo tan volátil como la audiencia— que los programas del corazón, y no me refiero a los cardiológicos, y los de comedias donde el insulto es el activo más importante, sean los de mayor audiencia en la tele. Consigo sobreponerme a ciertas modas superguays donde arrastrar los pantalones y destrozar los bajos mientras se muestran tres centímetros de carne joven debajo de la cintura sea una cosa normal. Difícilmente acepto que un partido de fútbol pueda considerarse de interés nacional y que se justifiquen “los toros” como parte de nuestra cultura. No crean que no sudo cuando oigo a algunos tertulianos hablar con el culo, perdón, de todos los temas posibles como si fueran especialistas en la vida entera y no hubiera ningún secreto para ellos. Pero todo esto ha ocurrido poco a poco, dándonos tiempo para poder asimilarlo aunque nos cueste, pero lo de ayer no. Eso si que no.

Y es que en un mismo día: me entero de que Letizia, nuestra posible futura reina –cómo me gusta poner lo de posible-- da un discurso en catalán; que quieren prohibir la mozzarella –mecagoentoloquesemenea— por contaminante; y, por último, que un hombre se ha quedado embarazado en Yanquilandia.

Salvo lo de la mozzarella, mevuelvoacagarentó, las otras dos noticias no son, en principio negativas, pero no me negarán que las tres justas son una bomba de relojería para personas como yo, acostumbradas al cambio “piano, piano” y no a las revoluciones. Mira que lo he dicho veces, que no estoy para estos trotes, que mi corazón no resiste estos cambios tan bruscos. Pues nada, aquí cada uno hace lo que quiere y no piensa en los demás. Desde luego, ya les aviso, si estas noticias u otras similares se vuelven a producir al mismo tiempo, no respondo de mis actos. Estoy dispuesto a cometer cualquier estulticia, incluida la de fugarme al país de las búfalas. ¡Viva la mozzarella manque pierda!

Salud y República