¡Que viene Rajoy! ¡Qué susto!

Todos los peperos están acongojados. Desde que Rajoy ha amenazado con iniciar su etapa de mando, creo que Camps, la lideresa y algunos más están que se tiran por los suelos.

Le han hecho ver, con pulsos ganados, que los votantes de esas dos comunidades son votantes de los líderes regionales y no del PP de Génova. Camps le ayudó en su lucha en el último congreso, donde gracias a él, pudo salir victorioso, y ahora naturalmente está cobrando el retorno.

Y Aguirre, ¡ay, la lideresa!, ésta es de piñón fijo, y desde luego no la van a amilanar –acaba de hacerle presente a D. Mariano que 105 de 110 alcaldes son suyos y no del PP--, salvo que le hagan ver que ella tiene el apoyo de Madrid, pero poco más. Fuera de Madrid, donde no puede llegar su oficina de colocación y de favoritismos, y donde no tiene competencias para dar de comer a más de un hambriento político, su influencia es nula. Pero es tozuda y sabe que insistiendo, puede ir haciendo más boquetes en ese colador que es la autoridad de Mariano. Y ella, erre que erre, sin cesar en el intento.

Finalmente, el jefe ha empezado a ejercer y ha citado a Job, aquel hombre paciente, para intentar decir que su inacción ha sido fruto de la paciencia, cuando lo ha sido de su debilidad y de esa condición de flojo que le caracteriza. Y dice que ya está harto, vamos, que va a tomar medidas –lo mismo se hace un traje a lo Gürtel—, y se van a enterar. ¿De qué?

No es un problema de que no le tengan miedo. Simplemente no le tienen respeto, ha perdido la batalla. Por mucho que el letrero de su mesa ponga Presidente, no tiene autoridad. Ahora todo lo que haga llega tarde. Su partido es una jauría de barones y de segundones, donde falta un líder, donde opina y critica hasta el Tato. Ahí estaba ayer mismo el genocida de Irak, criticándole y dándole lecciones de ética política, no me dirán que no es gracioso. Mira que Chemari ha dicho burradas desde que es ex, pero nunca se había metido con su protegido, el pobre Mariano –perdonen, pero me empieza a dar pena—, y ahora le dice que ni pincha ni corta.

Podrá ganar incluso alguna batalla, gracias a su posición, pero la guerra está perdida. Y ahí están la lideresa y muchos de los que hoy parecen sus amigos, incluido Gallardón, sentados en la calle de Génova para ver pasar el cadáver político de D. Mariano y luchar por las cosas del poder. Y Rajoy que está en Bavia quiere bajar a la Tierra, ese sitio que le es tan ancho y ajeno.

Salud y República