La literatura como terapia de la política (LXXVI)

Domingo literario. Aquí estamos dispuestos a poner tarea y que no decaiga. Juguemos un día más a los libros, esos amigos que tanto nos gustan.

La última edición, hace quince días, el libro escondido fue La nausea de Jean Paul Sartre. Y a las primeras de cambio, D. Fritus Ibicencus dio en el blanco.

Hoy, cambiado el paso, vamos a poner un texto que seguro que van a reconocer. Ahí les va:

Cuando se cruzan los últimos caminos llegamos al inmenso territorio donde aquellos antiguos mexicanos dejaron su bordada historia escondida entre la selva. Allí encontramos una nueva especie de agua, la más misteriosa de todas las aguas terrestres. No es el mar, ni es el arroyo, ni el río, ni nada de las aguas conocidas. En Yucatán no hay agua sino bajo la tierra, y ésta se resquebraja de pronto, produciendo unos pozos enormes y salvajes, cuyas laderas llenas de vegetación tropical dejan ver en el fondo un agua profundísima verde y cenital. Los mayas encontraron estas aberturas terrestres llamadas cenotes y las divinizaron con sus extraños ritos. Como en todas las religiones, en un principio consagraron la necesidad y la fecundidad, y en aquella tierra la aridez fue vencida por esas aguas escondidas, para las cuales la tierra se desgajaba.

Bueno, pues eso, sólo queda lo de siempre, que ustedes, ilustres visitantes kabileños acierten. Que como siempre, así será.

Salud y República