Un día “genial”

Ayer fue un día…, eso, que fue un día. Y como tiene que haber de todo en la viña del señor (no me pregunten qué señor), pues me tocó ayer.

Y llegué y a los cinco minutos me dijeron que pasara. Dentro me senté y el señor con la bata blanca empezó a manipular la silla-cama y me dejó en horizontal, completamente tumbado, colocó la lámpara en posición de tercer grado y pronunció las palabras temidas: Está listo. A lo que contesté, sí doctor. Y siguió: Abra la boca.

La madre del cordero, ¿que si abrí la boca?, una hora y cuarto con la boca abierta, que tengo unas agujetas de tres pares en los maseteros (no, no es un señor que vende masetas, se trata de los músculos que mueven la mandíbula). En vez de comer y beber parece que estoy rezando, casi no puedo abrir la boca.

Y sí, duró una hora y cuarto, tres puñeteros implantes y me tuvieron todo ese tiempo con dos o tres aparatos en la boca y con las manos del doctor manipulando dentro. Mejor dicho, limándome, abriéndome y colocándome unos tornillos –les juro que sentía hacer la rosca con uno de los aparatos— para luego, ver dar las puntadas con el hilo de suturar, como si estuviera remendando un calcetín.

Daño ni pizca, pero lo que es incomodidad toda. Prueben, prueben a tener la boca abierta y de vez en cuando metanse algo y lo mueven, ya verán que divertido. Todo esto sin cerrarla. Así es que cuando terminé me tuve que ayudar con las manos para dejarla clausurada.

Y ¡ay si quedara ahí la cosa! Luego vienen, antibióticos, antiinflamatorios, enjuague bucal. Total, ir a la farmacia, y al super, porque durante cuarenta y ocho horas sólo se pueden comer cosas blandas, suaves. Así es que, a comprar verduras y hortalizas para hacer purés y luego derivados lácteos como yogures, queso blando, flanes o similares.

Y después he de volver el lunes próximo, allí me quitarán los puntos, y dentro de cierto tiempo a medirme para que me encargen las tres muelas. En fin, una alegría.

De momento, las consecuencias han sido un carrillo hinchado, agujetas de caballo en la quijada y más hambre que el perro de un ciego. Porque no se vayan a creer, que aunque uno parece delgado, como bastante y ya me dirán ustedes con un sándwich y dos flanes si se puede dormir. Hay quien dice que se duerme mejor con el estómago vacío, pues oiga que se lo vacíen, yo si no está lleno no duermo. Con hambre ni a la cama.

En fin, como quiera que mañana podré comer ya casi normalmente, me vengaré. Estoy pensando hacerme una fabada o algún guiso especial para que se me quite el susto, y sobre todo el hambre. Así es que, quedo a la espera de que el lunes el señor doctor, por cierto majísimo no tengo nada personal contra él salvo que tenga esa profesión tan desagradable, me quite los puntos y recupere la normalidad. Que falta me hace.

¡Ah! ¿Que por qué se lo cuento? Pues para que compartan conmigo este calvario, porque en vez de en un sillón parece que ayer estuve en el Gólgota. Menos mal que yo en unos días también resucitaré, o no, que todavía no me han pasado la minuta..

Salud y República

P.D.Musmushi me ha dejado un vídeo que ironiza sobre los dentistas. Aquí lo añado aunque les aseguro que el mío no ha sido tan cruel