Hoy es la noche de esos locos bajitos. Una noche única para ellos como lo fue para nosotros hace ya años --depende de cada uno, en mi caso muchos. Lástima que ese cuidado y atención que el niño merece lo reciba sólo en ocasiones y no a diario.
Los mayores regalan con afán consumista y nuestros pequeños reciben muchos juguetes y los valoran poco. Para los mayores la cuestión es regalar, cumplir el rito consumista. Los niños desde el otro lado, hartos de recibir tantos obsequios son incapaces de apreciarlos.
Mañana será el día mágico. Al despertar los niños no podrán ni hablar, verán, emocionados, todos y cada uno de los regalos y disfrutarán en su mundo mágico.
Pero, ¿qué pasará pasado mañana con los presentes? Los niños se cansarán, ya no serán nuevos, y los mayores se sentirán frustrados al darse cuenta de lo poco que ha durado la ilusión de sus hijos.
Algo está fallando. Probemos a cambiar. Regalemos menos cosas pero hagamos que la ilusión dure. No siempre lo material es lo mejor. ¿Por qué no contar un cuento todos los días a los niños?, ¿por qué no pasar un rato jugando a diario con ellos, en vez de dejarlos en manos de la televisión?, ¿por qué descargar todo o casi todo el peso de la educación en la escuela?
Disfrutemos con ellos, es un deber no delegable. No busquemos que actividades extraescolares, la televisión, la videoconsola u otros sucedáneos sustituyan nuestra principal obligación: educar a los pequeños.
Hemos de conseguir que cada día sea un poco el día de Reyes.
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