Se pueden entender ciertas cosas. A pesar de que el valor se les debe suponer a los militares, es verdad que bajo presión se pueden hacer gestos o declaraciones forzadas y falsas. Se puede entender que los quince marineros se pusieran de rodillas y agradecieran los favores del presidente iraní. Según cuentan, su vida estaba en juego. Hasta se puede entender que cuando llegaron a su país contaran la historia contraria, bien porque era la cierta o bien para quedar lo mejor posible (en cualquier caso, me consta por lo que dice la prensa británica que no ha gustado nada su actuación en Teherán, a los mandos militares).
De ahí a que hayan vendido a la prensa amarilla su historia es algo que, al igual que piensa el pueblo inglés, me parece indigno, lamentable y vergonzoso. La primera en romper el fuego ha sido la marinera Faye Turney que ha vendido a un periódico amarillo y un canal de televisión, su historia por la miseria de 30.000.000 de las antiguas pesetas. Ha tardado poco en vender su actuación cobarde, demostrada en Teherán, por treinta monedas, con permiso del Ministerio de Defensa británico, lo que lo hace más incomprensible. Yo, que he justificado anteriormente el comportamiento forzado de los militares, creo que no me fiaría ni un pelo de gente como ésta si fuera uno de sus jefes. Su actuación además de teatral ha provocado desconfianza y falta de fiabilidad.
No ha podido ser más penosa la gestión de la crisis por parte de los protagonistas y del gobierno británico; primero les dejan vender las exclusivas de su historia, después se desdicen ante la reacción de la opinión pública. A mi corto entender, a la vuelta, tendrían que haber contado, escuetamente, la historia real y las razones por las que dieron otra versión y callar para siempre (cuanto más hayan hablado y sigan hablando más parece que tengan que justificar su actuación). Todo lo demás no hace sino dejarles a ellos y al ejército británico por los suelos.
Salud y República
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