Sarkozy, el divo francés

Siempre le he tenido por un personaje extraño. No encajaba en lo que debería ser un presidente en Francia. En él se veían trazos de hiperactividad, autoritarismo, xenofobia y egocentrismo. Con profusión hacia la política del “palo y tente tieso” más que a la de prevención y reinserción y con un carácter contradictorio. Pues bien, hoy después de poco más de cien días de su toma de posesión se confirman mis sospechas.

Uno de sus grandes logros ha sido desmantelar a la oposición, fichando a personajes de izquierdas bien para su propio gobierno o para encabezar diversas instituciones públicas. Además, ha dictado una ley de servicios mínimos para las huelgas de transporte y ha endurecido las sentencias para los reincidentes.

Lo que está por venir dice bastante del personaje: Reforma del mercado laboral, del sistema de representación sindical y de las pensiones; reducción del número de funcionarios en la enseñanza e incremento de la jornada laboral para todos los trabajadores. Además del cierre absoluto de las fronteras a los emigrantes y control de los ya existentes en Francia y mejora de la relación con los Estados Unidos. Todo esto aplaudido abiertamente por el líder de extrema derecha Jean Marie Le Pen. ¿No es para preocuparse?

Aún hay más, la escritora Yasmina Reza (autora de una de las obras de teatro de mayor éxito de los últimos años: Arte) le ha descrito muy bien en su último libro: L'aube le soir ou la nuit (El alba, la tarde o la noche). Se trata de un retrato del caudillo francés al que ha seguido durante un año para poder conocerle y escribir sus impresiones. Sin duda, no sale muy favorecido. Entre otras lindezas, Yasmina le retrata como una persona muy inteligente, llena de tics, hortera y que no escucha nunca.

La escritora francesa cuenta anécdotas, de su relación con él, jugosas y que denotan y corroboran lo que es: Un gran divo con una soberbia a prueba de bomba. Parece un niño pobre que se ha hecho rico. Desprecia su pasado, evita su presente y sólo le interesa lo que está por conseguir. Una vez conseguido no le interesa. La escritora se sorprende de que no diga "ahora", pero Sarkozy no parece alguien capaz de disfrutar el presente, pues "la ambición transforma su deseo en incandescencia" comenta Reza. Vamos la antítesis del “carpe diem”.

Un personaje como Sarkozy que se deja ver desnudo (no hablo de que nos ha estado enseñando su macizo cuerpo durante todo el verano –michelines sí, michelines no--, sino de que siempre parece decir lo que piensa sin reflexionar como si estuviera en posesión de la Verdad) me da susto. Y saben qué es lo peor, que su aceptación popular es del 65%. ¡Toma castaña!

Salud y República