Misha, la gata que surgió del frío

Esta mañana he salido a correr, como hago desde casi todos los día, y me ha dado por pensar. Bueno con reparos, no quisiera pasarme y que se me fundieran las neuronas. Hacía una mañana estupenda, después de una noche con tormenta, una temperatura agradable y un sol no muy brillante, que me animaba a reflexionar. Y mira por donde me he acordado de una entrada que hace el amigo Bolche sobre su perro y su gato. Y es que las noticias llamadas importantes abundan poco en agosto y además están tan repetidas que no me animan a escribir. Desde luego las noticias de las cosas pequeñas no cambiarán el mundo, pero lo hacen día a día, poco a poco y configuran, como si de componer un rompecabezas se tratara, la realidad cotidiana. Pues acordándome de ese amor que demuestra D. Acero por sus mascotas, me he acordado de mi Misha, que no es moco de pavo pero si parece la reina de mi casa.

Hace ya año y medio apareció, aquí en la casa de Tortosa, cuando estábamos haciendo obras y la puerta estaba abierta. Lola, mi santa, se llevó un susto de muerto, era pequeña, tendría cuatro meses y pensó que podría ser otro animalito, por ejemplo, una rata. El caso es que la saqué fuera y la dejamos pensando que volvería a su casa con los suyos. Era veinticinco de enero, lo recuerdo porque es el día de mi cumpleaños, y la gatita se pasó toda la noche en el alféizar de la ventana de nuestra alcoba. Cuando la vimos por la mañana, entendimos que era un regalo de cumpleaños, la pasamos dentro y hasta ahora.

Cuando he dicho que es la reina de la casa, no lo hago en su acepción monárquica, simplemente lo digo como dueña que es de esta casa. Es limpia como todos los gatos, tiene una autonomía total, entra y sale cuando quiere, pasa las noches fuera sin pedir permiso (cosa que me preocupa y por la que se ha ganado alguna bronca), se la ve siempre a su aire y sólo te busca cuando quiere algo. No le gusta el agua ni en pintura (sólo se queda en casa los días que llueve), tampoco demuestra afición por el viento pero es agradecida y busca un cariño cuando lo necesito, sólo entonces, si no lo desea puede llegar a ser arisca.

Basta que quiera comer y tenga vacío su plato o que simplemente quiera hacerse presente, va a buscarme y esté hablando, dormido, leyendo, le da igual, se acerca y me da con su patita (siempre pensé que los gatos al acariciarte arañaban, no es así, cuando quieren no sacan las uñas y tienen las patas como terciopelo) o con la cabeza para pedirme lo que desea. Cuando está fuera de casa y quiere entrar se coloca en el alféizar de la ventana donde estoy y con la pata o la cabeza y maullando me llama para que le abra. Una vez que ha conseguido su deseo (comer o encontrar un mimo), me da un lametón con esa lengua de lija del siete, pide salir y se marcha tan campante, feliz y contenta.

Esto ocurre cuando estamos aquí, a las puertas del Parque Nacional de “Els Ports”, cuando nos encontramos en Rivas lo pasa peor, sale menos y se siente más confusa entre tanta gente, coche y ruido.

Es una gata feliz y sobre todo me llama la atención su constante deseo de ser libre. Nada ni nadie le aparta de lo que quiere hacer. ¿No es envidiable?

Salud y República