Ha muerto Paco Umbral. La primera noticia que he oído esta mañana. No soy de los que echan flores a los que se van. Prefiero callarme o si me preguntan, sintiéndolo por el que espera requiebros, digo lo que pienso.
De Paco Umbral puedo decir que era un hombre contradictorio. Su persona tenía luces y sombras. Nunca pudo despojarse de ese divismo que le acompañaba y de ese machismo ibérico que a menudo demostraba. Pero, dicho esto, nadie puede negar la calidad de su literatura. Hacer buen periodismo es difícil. Hacer periodismo literario era cosa de Umbral.
En sus escritos siempre demostró un conocimiento del castellano que pocos tienen. Fue un hombre prolífico, escribió ochenta novelas y desde hace treinta años una columna diaria en el periódico.
En sus columnas creó escuela. Tanto en el aspecto literario como en el estético. Hacer poesía de las cosas cotidianas sólo está al alcance de los más grandes. Y quien no recuerda esa costumbre, que hoy muchos siguen, de poner en negrita los nombres de las personas, para destacar sobre el resto del texto. Habló de todo. Es verdad que siempre desde las alturas. Sus críticas, a menudo ácidas, no dejaban títere sin cabeza. Pero sus halagos tampoco se quedaban mancos. Nunca olvidaré sus “Spleen de Madrid” de El País, aún no estando de acuerdo siempre, era lo primero que leía en el periódico. Después, le he leído menos, nunca en ABC y poco en El Mundo. Pero siempre he añorado sus artículos.
Sus novelas y ensayos han sido variopintos. No quisiera olvidarme de la que yo creo ha sido su mejor novela: Mortal y Rosa. Una novela lírica que estremece y emociona y en la que descubrimos a un Umbral frágil, herido de muerte.
Un tipo genial que consiguió los más grandes premios literarios de nuestro país, pero que “gracias a esa tropa de intelectuales carcas y advenedizos” tuvo, inmerecidamente, siempre cerrada la puerta de la Academia. Su mayor premio fue el reconocimiento de sus lectores y su mayor logro, ayudar a consolidar nuestra democracia con su obra.
Y para rendirle homenaje, sólo se me ocurre una cosa, volver a leer Mortal y Rosa.
Salud y República
De Paco Umbral puedo decir que era un hombre contradictorio. Su persona tenía luces y sombras. Nunca pudo despojarse de ese divismo que le acompañaba y de ese machismo ibérico que a menudo demostraba. Pero, dicho esto, nadie puede negar la calidad de su literatura. Hacer buen periodismo es difícil. Hacer periodismo literario era cosa de Umbral.
En sus escritos siempre demostró un conocimiento del castellano que pocos tienen. Fue un hombre prolífico, escribió ochenta novelas y desde hace treinta años una columna diaria en el periódico.
En sus columnas creó escuela. Tanto en el aspecto literario como en el estético. Hacer poesía de las cosas cotidianas sólo está al alcance de los más grandes. Y quien no recuerda esa costumbre, que hoy muchos siguen, de poner en negrita los nombres de las personas, para destacar sobre el resto del texto. Habló de todo. Es verdad que siempre desde las alturas. Sus críticas, a menudo ácidas, no dejaban títere sin cabeza. Pero sus halagos tampoco se quedaban mancos. Nunca olvidaré sus “Spleen de Madrid” de El País, aún no estando de acuerdo siempre, era lo primero que leía en el periódico. Después, le he leído menos, nunca en ABC y poco en El Mundo. Pero siempre he añorado sus artículos.
Sus novelas y ensayos han sido variopintos. No quisiera olvidarme de la que yo creo ha sido su mejor novela: Mortal y Rosa. Una novela lírica que estremece y emociona y en la que descubrimos a un Umbral frágil, herido de muerte.
Un tipo genial que consiguió los más grandes premios literarios de nuestro país, pero que “gracias a esa tropa de intelectuales carcas y advenedizos” tuvo, inmerecidamente, siempre cerrada la puerta de la Academia. Su mayor premio fue el reconocimiento de sus lectores y su mayor logro, ayudar a consolidar nuestra democracia con su obra.
Y para rendirle homenaje, sólo se me ocurre una cosa, volver a leer Mortal y Rosa.
Salud y República
11 comentarios:
Efectivamente, don Rafael, una persona muy contradictoria. Coincido en su calidad literaria, que era capaz de mezclar con gestos como aquél de parar un programa de televisión para preguntar desabridamente cuándo iban a hablar de su última novela, que era a lo que él había ido allí.
Aunque personalmente no era santo de mi devoción, precisamente por lo que apuntas, esa dosis de soberbia que le hacía francamente antipático, si tengo que decir que me pareció siempre un gran escritor y un magnífico periodista... del cual deberían copiar tantos y tantos mediocres, falsarios, cínicos, crápulas, falaces y advenedizos que ahora pululan por los medios de comunicación.
Pasé mi primera adolescencia enganchado a sus columnas, que me aficionaron a leer el periódico -¡y eso que era El Mundo!, jeje- y me sedujeron con su uso exquisito del lenguaje, su barroco prisma personal con el que opininaba "de las cosas" -como él decía- y el delicioso canibalismo con el que "se desayunaba" la galería de personajes de la opinión pública.
En lo personal, y según han ido pasando años, me ha ido cayendo francamente peor, y más allá de la soberbia -que a los genios, vaya que vaya, se le perdona- dio muestras de machismo u homofobia en lo verbal y en lo ideológico. Era manifestamente "tolerante" y abierto de miras porque se lo dictaba su razón, pero tenía comentarios y dejes en esos temas más propios de la derechona que tan bien dibujaba.
A pesar de eso, aquellas columnas de la España del primer aznarismo siempre me acompañarán (incluso físicamente, porque conservo varias de ellas).
De los tres 'umbrales' posibles (el escritor, el periodista y el personaje) me quedo, sin duda, con el segundo. En cuanto a su soberbia, creo que era más bien una pose. Por eso, siempre insistiré en seperar al autor de su obra.
(Quisiera pedir/pediros un pequeño favor. Hay algunas páginas, como la de Maripuchi, por ejemplo, en las que no puedo hacer comentarios porque el programa me pide una contraseña. No entiendo de qué contraseña se trata. ¿Me puedes ayudar al respecto? Perdona el abuso de espacio).
Abrazos mil.
A mí su famosa intervención en el programa siempre me ha parecido digna: un escritor no tiene porqué opinar en los debates de la tele como si fuese ramoncín.
Con mal genio o no, a estas horas estará rodeado de angelitos.
Amigo Manuel, a mí no me ocurre, pero no te preocupes se lo preguntaré a Maripuchi y que te conteste directamente.
Un saludo
Salud y República
Manuel, creo que es porque tienes que tener una cuenta de correo en gmail. Una vez que la tengas, escribes tu nombre y tu contraseña, como si fueras a entrar en el correo.
La hemos habilitado muchos para evitar a los indeseables, trolls, anónimos y demás gentuza que a veces nos masacra.
Y así tener, de paso, su IP, por si llega el caso, porque todas las intervenciones quedan registradas en nuestro correo gmail.
Un abrazo,
Yo a la persona Umbral no la soportaba. No soporto el engreimiento ni el borderío.
Pero no es un Gorroño como Ussía. Es (era) un intelectual con todas las letras. Alguien respetable y valioso.
Aunque vanidoso. Él, lo que quería de veras era hablar de su libro...
Reconozco que, en mi caso, la sombradel personaje siempre oscureció a la figura del creador, lo cual motivó que me acercara con recelo a su obra.
Aun así quizá seael mejor columnista que ha parido este país.
Yo llegué a tenerle un poco de tirria a raiz de un incidente que tuvimos con él en la asociación España-URSS cuando le invitamos a dar una conferencia, en la que nos leyó, sin inmutarse, la misma columna que había publicado en Diario 16, además de aparecer más de una hora tarde, y visiblemente emocionado. Como lo cortés no quita la valiente, siempre lo consideré un excelente periodista literario, quizás el mejor con permiso de Juanjo Millás, por encima del novelista. Se ha perdido un auténtico intelectual, y cada día quedan menos.
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