La mayoría de los que leáis esta entrada no habíais nacido. Allá por 1957 nació el Seat 600, el coche español más famoso de todos los tiempos.
Cuando se creó la Comunidad Económica Europea (antecedente de la Unión Europea), cuando los tecnócratas del Opus Dei empezaron a entrar en el gobierno, cuando la URSS lanzó al espacio el primer Sputnik, nosotros empezamos a fabricar el primer 600. Cubría un vacío importante, entre la Vespa o el Biscúter y el otro Seat, el 1400. Además representó el principio de una industria que había de ser la más importante (casi la única, durante los últimos quince años del franquismo).
Es difícil, a quien no lo haya vivido, hacerle comprender lo que el 600 significó para este país. Al principio fueron pocos los que pudieron comprárselo (costaba 71.000 ptas., el salario de seis años de trabajo). A pesar de su precio, el bajo ritmo de fabricación hizo que la lista de espera llegase a ser de tres años. Sin embargo, durante los años sesenta, sobre todo a finales, ya con la fábrica produciendo a ritmo europeo, con un precio que había bajado al equivalente de tres años de trabajo y con una capacidad de consumo y endeudamiento mayor, la clase media, que se estaba formando, tuvo acceso a este utilitario.
El 600 significó libertad, posibilidad de conocer lugares, irse de vacaciones lejos sin tener que depender de los otros medios de transporte. Mucha más flexibilidad en la organización de las excursiones y los viajes. Un amigo mío se hizo un viaje por toda Europa, durante un mes. Algo impensable en aquella época.
Mi padre lo compró allá por 1969. Yo compré uno de segunda mano en 1971, color gris sucio, matrícula M-474… (no recuerdo), me duró tres años. Y os aseguro que disfruté y cambió mi vida. Con él hice mis primeros viajes por España, a Murcia, a la Costa Brava, a la sierra madrileña y alrededores de Madrid, muchas veces. Casi siempre con Lola o con algún amigo. Recuerdo con emoción el primer día que lo conduje, me pareció el mejor coche del mundo. El único. En Diego de León me subí a la acera y di la vuelta donde estaba prohibido. Con él creía ser el rey del mambo. Me dio más libertad. No olvidaré el viaje de vuelta desde la Costa Brava, con mi amigo Manolo. Tardamos cerca de trece horas en recorrer setecientos quilómetros. Claro que todo tiene su explicación. Cada cincuenta quilómetros teníamos que parar, perdía agua y aceite y había que reponerlo y abastecernos de ambas cosas. Una odisea, eso sí, tan contentos.
Después he tenido otros cinco coches y os aseguro que ninguno me ha hecho tanta ilusión. No importaba si aquel era técnicamente muy justito. Era sobretodo el principio de una nueva forma de vida. Hoy uso el coche lo menos posible. Sólo lo estrictamente necesario. Pero no puedo por menos que recordar aquel 600, de segunda mano, viejo, pero útil, muy útil.
El primer 600 fabricado en España cumple hoy cincuenta años. Feliz aniversario.
Salud y República
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