28 diciembre 2006

En Coco-loco están locos

Veo el informativo y normalmente me siento agredido, pero debo ser masoquista y sigo. Hoy, una noticia es de juzgado de guardia. Ocho jóvenes con síndrome Dawn han sido expulsados de una discoteca de Valencia. La razón, es meridiana: no se admiten deficientes. ¡Joder! Así de claro. Bueno no tan claro, puesto que parece que primero dijeron que estaba completo el aforo, después que eran menores (hicieron enseñar los documentos de identidad a los chavales). Cuando ya no tenían más excusas les invitaron a salir diciéndoles que no admitían disminuidos.

Una vez agradecidos a los dueños de la discoteca por su sincero diagnóstico, habría que cerrarles el "Coco-loco" que así se llama el antro. Cualquiera sabe cómo se controla la gente que entra allí, pero desde luego no se ha echado a est@s muchach@s por escándalo, por mal comportamiento, por robar, por gamberrismo, sino por ser diferentes, por tener los ojos rasagados y sonreir.

Este acto no es más que uno de los muchos que se producen por discriminación, pero además tiene alevosía. Va dirigido a personas que tienen más dificultad para defenderse, que son más susceptibles y pueden sentirse más agraviadas por saber cuál es su estado y lo que ello ha provocado. Pero claro, la diferencia se paga. Hay que tener una cara normal, hay que llevar zapatos y no playeras, hay que vestir dignamente, preferiblemente con corbata. Hay que someterse a los cánones que estos individuos, en nombre de la sociedad, imponen, porque si no es así, no entras.

Ya está bien. No traguemos en la medidad de lo posible. Hagamos llegar nuestra denuncia a donde nos oigan. La uniformidad es el principio del totalitarismo. Defendamos nuestras diferencias, sean las que sean, o nos hundiremos en la miseria del abismo.

Por cierto, para empezar hay que intentar que esta magnífica discoteca de Valencia --recordad, se llama: "Coco-loco"-- se cierre de forma natural, o sea intentando que no vaya nadie. Sin ir más lejos por una razón: sus dueños han demostrado con su decisión que hacen honor al nombre, aunque podrían haberla llamado: Tarados totalitarios.

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