Principio de la década de los setenta, Franco estaba ya viejo, en España empezaba a olerse a libertad, poco a poco. Triunfo, Cambio-16, El Jueves, se permitían pequeñas ventanas de aíre fresco por donde entraba un mundo diferente. Más libre. Con problemas, con carreras ante grises, con detenciones frecuentes, con huelgas semiocultas. Pero se notaba que estaba empezando el cambio. Incipiente, pero comenzaba.
En ese contexto su madre le contó cómo había sido detenida, torturada y cómo había visto, desde la misma cárcel salir a tantas mujeres por la madrugada y no volver, llegó a conocer a alguna de las famosas “trece rosas”, y a tantas… Al final, se salvó pero con un estigma que le haría más difícil la posguerra: haber sido
roja. Su hijo no podía creerlo, tenía más de veinte años y se estaba enterando en ese momento de un episodio que su madre había ocultado durante tanto tiempo.

Sí, el silencio había sido una de sus penitencias, hablar hubiera podido significar tener problemas para ella y sus hijos en ese régimen represor. Había llegado el momento de poder desahogarse, de soltar algo que por miedo no había podido contar antes, ni a sus hijos. Entonces salieron muchas cosas, salió todo, fue una liberación. Su hijo boquiabierto empezó a entender muchas cosas, a atar cabos, a conocer a su madre, después de veinte años. Lo que hasta entonces había sido una toma de conciencia de simple sentido común, le descubrió la necesidad de hacer justicia, de reivindicar esa justicia, con carácter retroactivo, para que muchos de los que murieron o vivieron con esa “cruz de
rojos” no fueran olvidados.
Hoy el hijo, contento, muy contento, con esa ley que va a rehabilitar a las víctimas de la guerra y la posguerra, hubiera vivido un momento mucho más feliz si su madre, Carmen, no hubiera fallecido hace año y medio. Desgraciadamente es tarde para muchos y muchas. Sin embargo, bienvenida sea esta ley que gracias al empuje de Izquierda Unida no queda descafeinada y gracias al coraje del PSOE de rectificar y llenarla de contenido arrimándose a la izquierda, debe cerrar un capítulo triste, el más triste de este país, al hacer justicia con aquellos que por defender la democracia cayeron muertos como conejos o heridos de por vida, siendo injustamente vilipendiados por sus verdugos.
Salud y República
P.D. Ya sé que muchos de mis amigos bloggeros han sacado el post: Dani, Antonio, Animal y otros, pero aunque sea reiterativo tenía que hacerlo en memoria de todos aquellos que hoy, desgraciadamente, no lo han podido vivir.