15 enero 2016

Extraños en los escaños

Esto ya no es lo que era. ¡Qué vergüenza! No me extraña que la caverna se haya asustado. No es para menos. En vez de seguir la tradición, estos nuevos parlamentarios quieren cambiarlo todo.

Sin duda, el parlamento no es lo mismo. Desgraciadamente se ha llenado de rastas, coletas, de gente descorbatada y con vaqueros y jerseys en vez de con trajes italianos. De gente que llega al Congreso en bicicleta. De madres con niños. De diputados que prometen cosas raras en su investidura. El “no va más”. ¿Dónde vamos a parar? Quieren hundir el Congreso. ¡Qué se puede esperar de esta tropa!

Con lo guapo que era el parlamento, casi todos con corbata y bien vestidos, oliendo a colonia cara y a desodorante, aunque no voy a negarlo algunos tenían debajo del traje naftalina podrida y una billetera llena de origen dudoso, pero nadie es perfecto.

Recuerdo cuando no hace tanto el presidente de la cámara, Bono, llamó la atención a un diputado de los suyos, Miguel Sebastián, por no llevar corbata, algo inherente al cargo. Una corbata siempre ha sido signo de distinción y con distinción se puede representar mejor a los electores. Ahí tienen ustedes al gran Pedro Gómez de la Serna, con su corbata, con su traje de Armani y como dios manda, un ejemplo parlamentario a seguir.

No es de extrañar que la caverna, tanto política como mediática, se haya puesto en pie a gritar estas atrocidades que han convertido el hemiciclo en un circo. Ahí quedan las declaraciones de Celia Villalobos, representante de la caverna política, sugiriendo que con las rastas puede venir una invasión de piojos que le puede afectar. Y, la representante de la caverna mediática, Pilar Cernuda, que ha dicho directamente, algo a lo que no se han atrevido muchos pero que lo piensan, y es que los parlamentarios nuevos de izquierda son unos guarros, huelen mal.

Afortunadamente recuerdo los tiempos de la transición, donde se podía ver a Guerra o a González, entre otros, con melenas, a saber si con bichos, y en cuanto ganaron se cortaron el pelo y se adecentaron, hasta confundirse con los de UCD y los del PP. Es lo menos que se puede esperar de gente que pretende seguir un camino digno y glorioso. Esperemos que se repita de nuevo.

Y es que el Congreso es algo serio y hay que hacer los cambios suavemente. No se puede pasar de Serrano a Vallecas, de Castellana a Lavapiés, de El Viso a Carabanchel, de la Moraleja a Malasaña. Una barbaridad, se ha dado un salto acrobático sin red que puede acabar con nuestra España.

Menos mal que entre los nuevos se encuentran también los chicos y chicas guapos, bien vestidos, pelo corto cuidado y con maquillaje  como los de Ciudadanos. ¡Qué diferencia! Estos sí que heredan el ADN del antiguo Congreso, justo lo que los otros quieren borrar.

Pero lo más grave de todo no es la suciedad que puedan aportar estos nuevos rastafaris y coletas, lo grave es que en el Congreso y en el Senado ya no huele a rancio sino a rebeldía y eso sí, eso sí que da miedo.

Lo extraño, lo que más me indigna, es que este Congreso se parece más a la España actual y no a mi España, la de toda la vida.


Salud y República

1 comentario:

Genín dijo...

Si, lo último que dices se lo he escuchado decir a Gabilondo también, me parece bien como está el Cogreso y su look, incluso con niño y todo, aunque haya tantas trabajadoras que no puedan tener ese privilegio en sus curros y no tienen una guarderia perfectamente equipada para elegir, teatro si, circo no, pero siempre ha habido clases -por lo visto- lo que ya no me parece tan bien es que los del PSOE estén comerciando -o como se diga- con diputados, "te presto dos y a ti otros dos", "ya si eso hablamos," y precisamente a los independentistas, que cosas ¿No? Esto no va a quedar así, al menos para el Pedro...
Salud