22 junio 2018

Ya ha empezado la fiesta pepera


¡Qué ilusión! En Génova habrá primarias. ¡Quién lo iba a decir! Los peperos han dejado el dedo de Rajoy en el armario de Santa Pola y han sacado las urnas. Parece mentira, ellos que juegan con la democracia a su albedrío, y la obvian cuando les conviene, y al final van a practicar dentro lo que les cuesta creer fuera.

A todo esto, se han pasado presumiendo de ser el mayor partido de España, con más de 800.000 militantes y resulta que ahora dicen que la mayoría no han pagado las cuotas y que esperan que voten la mitad en sus primarias. Vamos, otra mentira desenmascarada. Y van…

Se han presentado seis candidatos para dirigir el partido (eran siete, pero parece que uno no tiene todos los avales necesarios en regla). Se ha abierto la veda. Vamos a ver cómo termina esa constante unanimidad y esa homogeneidad que se han empeñado tantos años en disimular. Sin Rajoy y sin Núñez Feijoo, que podría haber sido un candidato de consenso, se pueden empezar a abrir las heridas por donde penetre la miseria y la corrupción que hasta hoy estaban compactas.

De los seis candidatos, parece que sólo hay dos que tiene posibilidades. Y son dos candidatas. De los otros cuatro poco se puede decir.

Dos, me son prácticamente desconocidos, uno, un tal García Hernández (iguales apellidos a los de un amigo que ya no está y echo de menos) tiene como aval al que ha sido, para mi entender el peor ministro del Interior de la democracia, desde que dicen que ésta existe. Me refiero a Jorge Fernández Díaz, ministro deleznable, meapilas, dictadorzuelo, espía acomplejado de sus contrincantes, amigo íntimo de corruptos –Rato o Bárcenas— y reprobado por el Congreso. Con ese aval, el bueno de García Hernández ya puede irse dando por jodido. Es lo que tiene ser poco conocido y aliarse con el autor de la ley Mordaza.

Elio Cabanes, conocido en su casa a la hora de comer, es otro que cuenta con menos posibilidades de triunfo que Marruecos en el Mundial. El pobre, que nunca había dicho ni pío, para hacerse el héroe, le dio por criticar a Rajoy cuando perdió la moción de censura. Un cero a la izquierda.

Margallo es otro de los candidatos. Hombre refinado, ministro de Exteriores con Rajoy y con poca importancia en el partido. Su afán, y así lo ha confirmado, es hacer todo lo posible porque su enemiga Sáenz de Santamaría no logre el triunfo. Con eso se conforma. Ya verán como terminará apoyando a Cospedal.

Otro de los ilustres es Pablo Casado. Y ya se sabe, el ‘Casado’ casa quiere (en Génova), pero lo tiene prácticamente imposible. Su currículo académico amenaza con acabar con su carrera, parece que están a punto de imputarle. Pero él, erre que erre. Debería dedicarse a dar conferencias a los estudiantes para que aprendan cómo se consiguen los títulos en poquísimo tiempo y las convalidaciones ni se sabe cómo.

Quedan por tanto las dos mujeres. Soraya y María Dolores. Sáez de Santamaría y Cospedal. O como dicen los que las conocen bien, la Repipi y la Condesa del Finiquito en Diferido. Dos mujeres que se odian, según comentan en su propia casa, a las que se les llena la boca de regeneración del partido. Y, perdónenme que lo dude. Las dos han tenido un mismo maestro, M punto Rajoy. Y me es muy difícil creer que con ese maestrillo y ese librillo se consigan ciertos objetivos de regeneración.

No hay que olvidar que Cospedal ha sido la M punto Rajoy en el partido, ha seguido punto por punto a su capo, sin quitar un acento, y que Santamaría ha sido la voz de su amo en el gobierno. Y que quieren que les diga, han cumplido para su dueño, pero no inspiran cambio alguno.

Son, en definitiva, la herencia del registrador. Una ha capeado, como ha podido, los casos de corrupción, defendiéndolos hasta la saciedad. Y la otra ha sido cómplice responsable de lo ocurrido en Cataluña y de la política que nos ha llevado a la desigualdad mayor en este país. Con estos mimbres, sólo puede salir el mismo cesto, con la mitad de material. Más de lo mismo, con suerte. Porque el odio que se tienen puede llevar al partido a una división irreconciliable. Por el daño que han hecho: ¡Que así sea!

Salud y República

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