Tras asumir el poder de forma democrática con una mayoría aplastante, Rafael Correa, el pasado 15 de enero, prometió acometer una reforma constitucional que acabara con los privilegios de los sectores más reaccionarios del país. Para lo cual, a través del Tribunal Electoral, convocó un referéndum para el 15 de abril donde se votará sobre la necesidad de una asamblea constituyente con plenos poderes, cuyo inmediato fin sea el cambio de la actual constitución y, de esta forma, llevar adelante “una revolución ciudadana” a favor de los más necesitados.
El referéndum convocado ha querido ser anulado por el Congreso, donde los opositores de Correa tienen la mayoría. El Tribunal Electoral responsable de la convocatoria, como respuesta, ha querido deponer a 57 diputados (la mayoría que ha votado en contra del referéndum por considerarlo ilegal). A todo esto el país, dividido entre partidarios de Correa (al que apoyan el 60% de los ecuatorianos) que ven en el cambio una posibilidad de salir de la miseria y de alcanzar una justicia digna, y por otro lado los poderes fácticos que además de ver peligrar sus privilegios temen que Ecuador se convierta en una sucursal ideológica de la Venezuela de Chávez.
En resumen, en este momento Ecuador es un volcán donde se producen constantes manifestaciones y concentraciones por todo el país a favor de unos u otros, mientras el Tribunal Constitucional, que tendría teóricamente la última palabra, no se termina de pronunciar.
Qué quieren que les diga. Yo que he seguido un poco los acontecimientos, no sólo de Ecuador, sino también de Venezuela y de Bolivia, entre otros países iberoamericanos, que han cambiado de forma democrática y se han librado de las clases poderosas que les oprimían, sin conocer muy bien a Correa, me alineo con en nuevo presidente, cuyas intenciones significan un cambio radical, el único capaz de transformar un sistema podrido, corrupto y dominado por castas seculares en uno más justo y más preocupado por las clases menos favorecidas, e independiente del imperio yanqui.
Mucha suerte para Ecuador que, sin duda, la va a necesitar.
Salud y República
El referéndum convocado ha querido ser anulado por el Congreso, donde los opositores de Correa tienen la mayoría. El Tribunal Electoral responsable de la convocatoria, como respuesta, ha querido deponer a 57 diputados (la mayoría que ha votado en contra del referéndum por considerarlo ilegal). A todo esto el país, dividido entre partidarios de Correa (al que apoyan el 60% de los ecuatorianos) que ven en el cambio una posibilidad de salir de la miseria y de alcanzar una justicia digna, y por otro lado los poderes fácticos que además de ver peligrar sus privilegios temen que Ecuador se convierta en una sucursal ideológica de la Venezuela de Chávez.
En resumen, en este momento Ecuador es un volcán donde se producen constantes manifestaciones y concentraciones por todo el país a favor de unos u otros, mientras el Tribunal Constitucional, que tendría teóricamente la última palabra, no se termina de pronunciar.
Qué quieren que les diga. Yo que he seguido un poco los acontecimientos, no sólo de Ecuador, sino también de Venezuela y de Bolivia, entre otros países iberoamericanos, que han cambiado de forma democrática y se han librado de las clases poderosas que les oprimían, sin conocer muy bien a Correa, me alineo con en nuevo presidente, cuyas intenciones significan un cambio radical, el único capaz de transformar un sistema podrido, corrupto y dominado por castas seculares en uno más justo y más preocupado por las clases menos favorecidas, e independiente del imperio yanqui.
Mucha suerte para Ecuador que, sin duda, la va a necesitar.
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