05 agosto 2019

Tus pétalos preciosos vuelven hoy a brillar


Hoy, hace ochenta años, se produjo uno de los asesinatos más vergonzosos y crueles de la historia de este país. Trece rosas jóvenes, fueron ajusticiadas sin las mínimas garantías y con la máxima venganza. Triste, lamentable. Todavía los asesinos no han pedido perdón.

Sin culpa, con una sola justificación, pertenecer a los Juventudes Socialistas Unificadas, fueron asesinadas sin pudor y con odio. Así se escribía la historia, así comenzaba el franquismo, con sangre y dolor, con injusticias y venganzas.

Tú estabas allí, y me lo contaste. Viviste con estas trece muchachas sus últimas horas. Y te salvaste, como se salvaron otras, por azar, unas sí, otras no. Sin ningún motivo, si es que para matar se necesita motivo. Todo fue una farsa. Una venganza. Tú, que hace unos días, hubieras cumplido cien años, madre, me lo contaste una y otra vez. Y sí, siempre terminabas con aquello de que “su nombre no se borre de la historia”. Al final te libraste, aunque a un precio caro: tortura y escarnio. Aquí estoy, poniendo un grano de arena, recordando tu historia, rememorando a esas trece jóvenes inocentes y maldiciendo a ese régimen que tanto daño hizo, que tanto asesinó, que tanto reprimió.

Recuerdo muy bien la historia. Y recuerdo cómo cuando me la contabas se te saltaban las lágrimas. Hoy que ya no estás, no sé cómo reaccionarías ante tanto revisionismo, ante tanto franquismo instalado ya en las instituciones, ante la continuidad del asesino en su Mausoleo. Puedo imaginar qué pensarías de Vox y de sus amigos peperos y ciudavoxenses. Unos, fascistas puros, otros que les tratan de blanquear como si fueran gente de bien.

Nunca olvidaré los 5 de agosto. Nunca olvidaré que murieron asesinadas, por un régimen cruel, trece muchachas que empezaban a vivir. Sólo recordar tus palabras me emocionan y entristecen. Unos recuerdos que huelen a sangre y fuego, a torturas y muerte, a persecución e insidias, a injusticias y miedo.

Unas mujeres que dieron su vida por pensar de una determinada manera, sin ninguna razón, y con el odio y el totalitarismo en la otra trinchera. Y ellos, los asesinos, lo hicieron a conciencia, pensaron que cortando las ramas más jóvenes con la savia fresca, borrarían esa nueva España Republicana que tanto repudiaban.

Noche larga, fría, a pesar del verano, dolorosa. Sombras que se acercaban, pisadas asesinas, ruidos de fusiles, camión esperando. Sí, salieron las trece rosas de sus celdas, unas llorando, otras con el puño en alto, otras cantando, pero todas escuchando el estruendo de los cubiertos y los platos de sus compañeras, que denunciaban la repulsa que les producía esa injusticia y homenajeaban su valor y su inocencia. Y al final del viaje, al pie de la tapia del cementerio esperaba el ocaso de unas vidas y el principio de un recuerdo imborrable.

Porque por mucho que se empeñen, por mucho que os echen tierra encima, por mucho que traten de que olvidemos, no lo conseguirán. En vosotras nos miramos, con vosotras buscamos todavía justicia, y con vosotras estaremos siempre, aunque haya quien se empeñe en cambiar la verdad, en mentir, en defender un tiempo desgraciado que nos mantuvo durante cuatro décadas sometidos, perseguidos y despreciados. Vosotras, sois nuestro espejo y eso no lo olvidaremos nunca. “Nunca os borrarán de la historia”, ese es nuestro compromiso y sólo se podrá pasar página cuando llegue de verdad: la Verdad, la Justicia y la Reparación. Hoy, más que nunca, los pétalos de vuestras rosas vuelven a brillar ¡Compañeras, siempre en nuestro recuerdo!

Salud y República

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